Por Marco Calderón
Además de un buen oído, para lo que él hace se necesita un corazón apasionado y perseverante, pues el más lejano antecedente de su instrumento fue creado para la guerra y la cacería. A sus 27 años, el trompetista poblano Eduardo Tepox Valdés ha conquistado ya varios de los mejores escenarios de Europa. Su historia con la trompeta inicia mucho tiempo antes de que él naciera, pues su familia paterna pertenece a una tradición musical de casi 125 años, en la comunidad de San Cristóbal Tepontla, Cholula. Su instrumento, tal vez el más escandaloso de la familia sinfónica, ha sido el compañero ideal en una carrera que apenas está empezando y promete mucho.
“Inicié a los 12 años, con mi tío José Trinidad Tepox López y más adelante en la Escuela de Artes de la BUAP. Lo hice más bien por curiosidad, pues mi familia paterna está llena de músicos y era casi un requisito aprender a tocar un instrumento. El más próximo que encontré después de haberlo intentado con la flauta, la guitarra, el piano y el violín, fue la trompeta, ya que mi papá es trompetista”.
Una cosa es que el niño hubiera encontrado el gusto en un instrumento y otra dedicarse en serio a ello. Eduardo recuerda que, en esta época que él recuerda como una de búsqueda intensa y trabajo forzado, llegó un momento en que decidió decirle a su papá que la trompeta definitivamente no era lo suyo y, esa misma noche, don José Antonio Tepox llegó a la casa con una trompeta nueva y el pequeño Lalo no tuvo de otra: había que aprovechar los varios miles que papá había invertido.
“Al mismo tiempo que estudié la preparatoria, realicé mis estudios de Técnico en Música en la BUAP, en una época que yo recuerdo llena de mucho estrés pero que me dejó muchos aprendizajes. Por esa época tuve la suerte de conocer al trompetista Alexander Freund, con quien tomé varias master classes y me dio grandes consejos. Posteriormente entré a la Licenciatura en Música ahí mismo en la BUAP y el programa, que era para 10 semestres, yo tuve la oportunidad de terminarlo en tres”.
Aunque pareciera que esto fue bueno, para Eduardo significó todo un reto pues, al verse ya libre de los compromisos académicos, tuvo que entrarle al “hueso”, que es como los músicos se refieren a las presentaciones por contrato que van desde fiestas hasta celebraciones religiosas. En esa época tuvo también la oportunidad de conocer a más músicos de otras partes de la República y de continuar su aprendizaje por otros caminos.
“Mencioné el apoyo de Alexander Freund porque con él viajé a un festival de metales en Morelia donde conocí a Fred Mills, trompetista del Canadian Brass, que para mí es el mejor quinteto de metales del mundo con quien también tuve grandes experiencias. Después, al regresar a Puebla, comienzo a tomar clases con Geoffrey Smith, trompetista principal de la Sinfónica de Xalapa; yo viajaba una vez a la semana a esa ciudad y eran clases muy intensas de cinco o seis horas, además de que me incluía en los recitales de sus alumnos matriculados en la Universidad Veracruzana”.
Eduardo recuerda con enorme gratitud a todos sus maestros. Además de Alexander Freund, Fred Mills y Geoffrey Smith, tuvo la oportunidad de tomar clases en la Ciudad de México con Jaime Méndez, maestro en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y trompetista en la Filarmónica de la Ciudad de México. Pero serían otros dos grandes ejecutantes quienes terminarían de pulir su técnica musical: Armando Cedillo y Otto Sauter.
“Desde 2012 estoy en la Sinfónica del Estado (hoy Filarmónica 5 de Mayo) y desde entonces han sido ya cuatro años de crecimiento tanto personal como profesional. Me tocó la llegada de Fernando Lozano a la dirección de la orquesta y con ello la inclusión de Armando Cedillo como trompeta principal de la agrupación. Él me ha apoyado de forma incondicional desde el principio porque me puso mis primeros retos como solista.”
Muy poco tiempo después, Eduardo conocería al alemán Otto Sauter, quien es actualmente el mejor ejecutante de trompeta piccolo del mundo. Con él inició la etapa de mayor exigencia en la corta carrera de Eduardo pues, al ser un músico nacido y educado en Europa, su nivel quedaba patente en cada clase que impartía, donde sacaba verdaderamente el mayor provecho de la capacidad de sus alumnos.
“De niño yo jamás creí que fuera a tocar en Europa. Además, si consideramos el nivel que tienen allá, pues la competencia por tocar con una orquesta de ese continente es verdaderamente intensa. Gracias a Otto Sauter tuve mi primera oportunidad de hacer tres conciertos en Frankfurt y de tomar más clases con otros músicos. Tuve conciencia de lo mucho que me faltaba por aprender y de lo mucho que hay que exigirse para llegar a tocar como los grandes”.
Eduardo ya estuvo en dos ocasiones en el Viejo Continente: en los veranos de 2015 y 2016. Allí se ha integrado al International Brass Ensemble que, como su nombre lo indica, es un ensamble-escuela para que músicos de varias nacionalidades perfeccionen su técnica de la mano de los mejores ejecutantes del mundo. Este proyecto está presidido, desde luego, por Otto Sauter, con quien Eduardo ha pasado de tener un vínculo maestro-alumno a forjar una profunda relación de amistad.
“Sigo buscando cambios. En un futuro me gustaría seguir viajando a Europa y aprender todo lo que pueda allá. Por supuesto, no descarto la posibilidad de tocar como invitado con las orquestas de la Ciudad de México y Xalapa, pero no me gustaría dejar Puebla; aquí he aprendido mucho y sé que aún me falta mucho por hacer en la Filarmónica 5 de Mayo. Me siento satisfecho con todo lo que logrado y espero los retos que me traiga mi carrera”.
No cabe duda de que, a pesar de que en su familia paterna han sido músicos por más de un siglo, Eduardo ha tenido que pulir su talento con base en el esfuerzo y la perseverancia. Para ver a este apasionado de la trompeta, no hay más que asistir a los conciertos de la Filarmónica 5 de Mayo en el Auditorio de la Reforma. Larga vida y mucho éxito para un eminente orfebre del sonido.