Por Cecy Rendón
La religión ha jugado un papel crucial en nuestra visión de lo que el concepto de “ambición” significa… y al ser un país tradicionalmente católico, los efectos de ese concepto están profundamente arraigados en el tejido social y en los resultados económicos tanto individuales como colectivos.
Existen otras culturas, con bases sociales estructuradas en otras religiones, en donde la ambición es considerada no un pecado, sino una virtud… y una virtud muy importante que toda persona debe de cultivar, por bienestar propio y en pro del bienestar colectivo. No es de sorprender, que dichas sociedades gozan de un bienestar social mucho mayor que el promedio que se vive en México.
Pero regresemos unos cuantos siglos atrás, a las épocas de las monarquías y sociedades feudales, que básicamente habían sido el esquema social y económico por los últimos miles de años. Había un gobernante todo poderoso, una mínima aristocracia o nobleza, que eran parte de la clase gobernante, y todos los demás era súbditos de esa clase gobernante. La nobleza era muy rica, muy muy rica, y todos los demás eran muy pobres. Y la riqueza que tendría una persona en su vida, dependía, casi completamente, de la familia en donde hubiera nacido. El que nacía rico, vivía y moría como rico, el que nacía pobre, vivía y moría como pobre.
La revolución industrial forzó a la creación de un nuevo sistema económico: el capitalismo. En donde no era el derecho de nacimiento lo que determinaba el destino de una persona, sino su capacidad de crear capital.
Si bien es cierto que el capitalismo tiene sus áreas de oportunidad, en mi opinión tiene dos grandes triunfos: la movilidad social y la creación de la clase media. El capitalismo permite que exista, una clase social intermedia entre los ricos y los pobres, en donde dicha clase media no está sujeta a los caprichos de la clase gobernante, goza de trabajo, educación, un sistema de salud, crédito bancario y lo más importante: la posibilidad de escalar en el sistema económico.
El capitalismo permite que el dinero cambie de manos y de familias, y no sea únicamente heredado junto con los títulos nobiliarios. Permite que una persona que nació en cualquier clase social, si trabaja y logra jugar el juego económico, si logra crear capital, pueda crear dinero en su vida y lograr una mejor calidad de vida para sí mismo y para su familia.
La movilidad social, es un esquema que tiene un poco más de justicia, una persona que nace “rica” si solo se dedica a gastar su dinero sin trabajar eventualmente caerá en la pobreza. Así como una persona que nace “pobre” tiene la posibilidad de crear riqueza… obviamente no se logra de gratis, se logra con preparación, estudios, trabajo, esfuerzo, sacrificios, disciplina…
Somos un país privilegiado, en el sentido que una gran parte de la población tiene la posibilidad de ser clase media y absolutamente todos tenemos la posibilidad de trabajar para superarnos. Eso, queridos lectores, se llama ambición, y contrariamente a lo que nos quieren hacer creer es una VIRTUD y jamás será un pecado. El buscar una mejor calidad de vida y trabajar por ella para compartirla con la familia es el motor de una persona, y es lo que nos motiva como mexicanos a trabajar día con día.
En la medida de que entendamos que la ambición, cuando está bien encausada, es lo que nos va a sacar adelante no solo como personas, sino como país, tendremos la posibilidad de seguirnos superando, de no avergonzarnos de nuestros éxitos, de sentirnos orgullosos de no haber nacido en cuna de oro y haber logrado una mejor vida para nuestra familia.
La clase media es hoy el motor de cualquier país a nivel mundial. La clase media es la que más trabaja, la que más paga impuestos, la que más estudia para superarse, la que más impulsa el crecimiento, y la que más merece el respeto de todos nuestros gobernantes.