Fotos: Hugo Puig Venegas y Josse León
Jorge es gigante, la gente no se entera y es algo que debería tenernos sin cuidado. La actitud subversiva primero, la destreza del pensamiento y una fabulosa capacidad para ordenar los vocablos.
El uruguayo, armado solamente con una guitarra, un fusil de madera que disparaba canciones y estrofas escritas en décimas, se presentó el viernes anterior ante un Teatro Principal colmado y completamente cautivado.
El aprendiz indirecto de Vicente Espinel regaló a los poblanos un espectáculo de luces maravilloso, minimalista. Drexler se valió de un diseño luminoso impecable, como el destello de luz bioluminiscente que se puede observar en la noctiluca.
«No somos más que una gota de luz, una estrella fugaz, una chispa tan sólo en la edad del cielo”. JD
En el venue musical dos cargas opuestas buscando lo mismo, el público y Jorge Drexler. Magnetismo entre el espectador y el creativo.
Drexler inició su show recitando un verso y agradeciendo encarecidamente la presencia de un público que poco aplaudió, poco cantó, pero que escuchó con total ahínco cada una de las canciones del “maestro”.
Los asistentes al show “Silente” pudieron ser testigos de un recorrido musical a lo largo de la carrera del primer y único uruguayo que ha logrado ganar un premio Oscar. El pupilo de Joaquín Sabina también dio una cátedra de historia hablando, entre canción y canción, sobre Antoine Lavoisier, Galileo Galilei y el Péndulo de Newton.
Hablando sobre dicho artefacto, el péndulo de Newton, Drexler utilizó uno para llevar el ritmo de una de sus canciones, un metrónomo entregado totalmente a las leyes de la física.
“Silencio”, “Telefonía”, “Movimiento”, “Todo se transforma”, “Mi guitarra y vos” y “Sea” fueron los temas que más furor causaron a los escuchas. Catalizador de emociones y un gran provocador de catarsis, Jorge Drexler dejó en los poblanos un sabor difícil de igualar.