Dos niñas pequeñas recorren el Zócalo de Puebla entre monstruos, fantasmas, calaveras y demonios, mientras llevan entre las manos una pequeña calabaza de plástico vacÃa que esperan llenar al final de la noche.
A las personas que caminan sin detenerse y se sientan sin voltear, las niñas disfrazadas se les aproximan, les estiran con vergüenza las manos, mientras esperan a que caiga alguna golosina como limosna a la calabaza que cargan incansables de un lado para otro.
Estas personas -de entre 19 y 28 años– son quienes más ignoran, son quienes peor cara hacen al ver que son interrumpidos, los que responden con un «no» más gélido que la noche misma. Paradójicamente, es la misma generación que también se disfraza y camina por las calles del primer cuadro en busca de su calaverita.
Pareciera que las personas de la tercera edad saben de la emoción de los niños, pues se sientan en las bancas metálicas de la Plaza de Armas con bolsas repletas de dulces, dispuestas a regalar uno que otro caramelo, paleta e incluso dinero a los niños que se les acerquen primero.
Cuando recolectan algo, los pequeños sonrÃen y corren antes de tropezarse con un fantasma más terrorÃfico que el anterior, a veces, para terminar con lágrimas por toda la cara.
Algunos piden en voz baja que alguien «les coopere para su calaverita», otros cantan -casi- a todo pulmón esforzándose para ser vistos, y los más desesperados actúan locura, heridas, temblores y su propia muerte.
Caminan sobre flores de Cempasúchil que las ofrendas dejan para guiar a los muertos, recorren su trayecto entre la luz tenue de las velas que luchan para no apagarse y mientras los cuerpecitos van de aquà a allá, cada vez con un cargamento más pesado, los avaros huyen del camino.
AsÃ, las pequeñas que comenzaron su camino a las 6 y media de la tarde, decidieron terminar su recorrido después de dos horas, con sólo 12 dulces y 3 pesos en sus calabazas de plástico.
Si bien no les alcanzó para saciar el hambre que tenÃan, nadie fue capaz de quitarles la ilusión que únicamente los pequeños consiguen de cualquiera que sea su realidad.