El País | Patricia Tubella
El caso del mayor violador en serie en la historia del Reino Unido no tiene su punto final en la condena a cadena perpetua de Reynhard Sinaga, pronunciada a principios de semana por un tribunal de Mánchester. Otras potenciales víctimas del agresor sexual “más prolífico” del que se tiene constancia en tierras británicas siguen acudiendo a la policía desde que se hiciera pública una sentencia que recluirá en prisión al menos durante tres décadas a este estudiante indonesio de 36 años.
Las aparentemente inocentes imágenes que Sinaga colgaba de sí mismo en las redes sociales desde que recaló en la Universidad de Mánchester para estudios de posgrado —hoy reproducidas en todos los medios del Reino Unido— escondían el otro rostro de un depredador sexual. Buscaba a sus víctimas en las inmediaciones de los clubes nocturnos de esta ciudad del noroeste de Inglaterra, a jóvenes desorientados tras la juerga por el efecto del alcohol o de las drogas, y ante los que se presentaba como un buen samaritano. Los llevaba a un piso próximo, los sedaba —probablemente con la potente droga GHB—, los violaba y filmaba la secuencia de las agresiones en su móvil. En algún caso, esa secuencia llegó a prolongarse durante ocho horas.
La orquestación del plan se vio desbaratada cuando una de las víctimas —de 18 años—, que recuperó la conciencia en medio de la violación, consiguió escapar llevándose consigo el teléfono del atacante. Las indagaciones posteriores de la policía hallaron dos centenares y medio de vídeos ilustrativos de un sinfín de brutales agresiones sexuales. Muchos de los agredidos no supieron que habían sido objeto de tales ataques sexuales hasta que los agentes les mostraron las imágenes.
“¿Cómo pude ser tan estúpido y acabar, a la salida del club, en el piso de un desconocido?”, clamaba una de las víctimas durante el juicio. Allí fue sometido a todo tipo de vejaciones que sospechaba pero que nunca contó a nadie hasta que, en el día de la Navidad de 2018, intentó suicidarse y acabó en un hospital.
Su caso es similar al de muchos otros hombres que un buen día amanecieron en un piso extraño, confundidos e incluso avergonzados por lo que ya intuían que había pasado pero todavía ofuscados por el efecto de la droga que se les había suministrado. Muchos acabaron cayendo en la depresión.
La jueza de Mánchester fue taxativa a la hora de pronunciar su sentencia del pasado lunes y de describir a Sinaga como un “monstruo” por “la escala y magnitud de unos crímenes que lo confirman”. La magistrada Suzanne Goddard consideró probadas sus al menos 159 agresiones sexuales contra 48 hombres. Las investigaciones policiales apuntan a que fueron muchas más y las numerosas llamadas recibidas esta misma semana de supuestas nuevas víctimas confirmarían ese extremo. El mando de la policía no ha especificado todavía cifras concretas, si bien fuentes del cuerpo citadas por la prensa británica estiman que hasta 190 hombres (de los que 70 no han sido todavía identificados) habrían caído en las redes de Reynhard Sinaga.
La noticia de su detención y posterior condena ha provocado incredulidad y estupor en la isla indonesia de Sumatra, de la que procede este hijo de una familia cristiana y muy conservadora. El patriarca, Saibun Sinaga, ha aceptado hablar con el servicio de la BBC en Indonesia para subrayar: “Aceptamos el veredicto [de la justicia británica] porque ese castigo se ajusta a los crímenes de mi hijo. Pero me siento incapaz de añadir nada más sobre el caso…”.
Otros miembros de la familia Sinaga y amigos de Reynhard en la Universidad de Indonesia —que, dadas las circunstancias, han requerido el anonimato a la BBC— le describen como un estudiante muy popular y un punto extravagante que disfrutaba de las relaciones sociales y se mostraba como un compañero fácil con el que trabajar en proyectos de curso.
Todos ellos perdieron el contacto con Reynhard cuando decidió proseguir sus estudios y el posgrado en el Reino Unido, en 2007. Lo único que supieron de él desde entonces es que se había enamorado de la ciudad de Mánchester y que había comunicado a su familia que quería quedarse a vivir en el Reino Unido para siempre.
Ese sueño fue posible gracias a la óptima posición financiera del padre, un hombre de negocios propietario de varias sedes de un banco privado, y que aceptó financiar los estudios internacionales de su hijo a lo largo de más de una década. Y también pagar el piso del que disfrutaba en la Princess Street, en pleno corazón de Mánchester. Una existencia idílica hasta la detención de Reynhard por la policía británica, el 2 de junio de 2017.
En aquel mismo piso, cercano a la zona conocida como Gay Village, el joven indonesio perpetró sus crímenes. Lo que luego aconteció ha sido el objeto de un sumario que, a pesar de la condena firme del violador, ha dejado todavía muchos flecos sueltos. Los de los nombres de otros jóvenes que fueron víctimas de una estudiada estratagema del perpetrador, enfocado en personas vulnerables o que, tras una noche de fiesta, estaban perdidos y sin una libra para tomar siquiera un taxi.
La madre de Sinaga estuvo presente solo en los primeros estadios del proceso de su hijo. El padre se sintió incapaz de afrontar los graves cargos contra Reynhard. Ninguno de los dos asistió a la sesión en la que el acusado se declaró no culpable e insistió en que todas las relaciones que mantuvo con tantos hombres fueron consensuadas. Los vídeos expuestos a lo largo de la causa —y filmados por el propio perpetrador— indican todo lo contrario. Al aplicar el largo brazo de la ley, la juez Goddard quiso tener un gesto hacia esos padres más que desolados. La familia del “monstruo”, dijo, en absoluto conocía “la verdadera naturaleza” de ese hijo.