El día que decidiste subir al Loma Bella, aprendiste a valorar la vida, pero también te volviste más ágil. Desde la primera vez que cruzas la vista con el conductor y creíste que podías confiar en él, supiste lo que se siente ser traicionado.
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Pones un pie sobre el escalón, y de un segundo a otro, tienes el cuerpo estampado en una de las puertas o en el «tubo de seguridad». En este punto ya levantas tu teléfono, las monedas que soltaste por tratar de salvarte y con la dignidad que te queda te agarras de donde puedes para caminar hasta la silla del chófer.
Le agradeces por no dejar la puerta abierta.
Y temblando, (si tienes suerte) caminas hasta el primer asiento libre para sentarte, pero un minuto después ya te diste cuenta de que tu logro, no es sinónimo de seguridad.
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También te mentalizas para el viaje de regreso y la voz en tu cabeza te repite que uses casco, guantes, rodilleras, coderas y te disfraces de portero de hockey si es necesario.
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Cuando tu viaje está por terminar, te levantas lo más rápido que puedes pero las rodillas conspiran en tu contra y mientras levantas la mochila, te retuerces entre la gente, verificas no haber perdido nada y tocas el timbre de la manera más desesperada posible, el conductor, se burla de ti nuevamente y cierra la puerta antes de que puedas bajar.
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Cuando logras salir (tres cuadras después) con los ánimos más abajo que la presión de quienes siguen arriba, caminas más lento, ves al cielo y te preparas para el siguiente viaje.
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Una de las legendarias rutas de camión en Puebla, es el monstruo gigante azul, naranja y blanco en el que puedes llegar desde la Pepsi hasta la colonia Loma Bella en menos de una hora sin importar el tráfico. Nada es un obstáculo para los chóferes de esta ruta salvaje.
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