Por Carlos Peregrina
Existe una tendencia en el cine, la televisión y hasta los partidos políticos, que consiste en asumir un tema de protesta o de rebeldía como propio para sacarle ventaja. En otros años, por ejemplo, la imagen del Che Guevara estaba en calcomanías, en la década pasada, varios jóvenes llevaban una camiseta roja y al frente la hoz y el martillo, sin necesariamente saber exactamente qué significa, simplemente se “veía chido”.
Los pantalones rotos que ya vendía Levis y que en otro tiempo eran señal de que estaban sucios y desgastados, movimientos como el propio feminismo que muchas mujeres y hombres lo han utilizado no porque estén convencidos del activismo sino porque quieren un puesto de elección popular y de esa forma vivir en el erario, ejemplos hay muchos en muchísimos lados. Hay que aclarar que no estamos en contra del feminismo, sino de quien abusa y engaña.
Es una forma de ver la vida: “si no puedes contra tu enemigo, cómpralo, hazlo tuyo y véndelo como tendencia”. Y así se acabaron los disidentes y los que no tengan idea de nada lo asumirán con mucha tranquilidad.
Recientemente vi la película Cruella en Disney plus y me dejó un mal sabor de boca. La actuación de Ema Thompson es extraordinaria, la producción es bellísima, no se le puede criticar nada, empero, existe esa necesidad de sacar la historia de la villana para justificar su falta de empatía social, para entender por qué la hicieron como la hicieron y ahora es una mala pero buena en el fondo.
Ese ejemplo ya había ocurrido con Maléfica y de igual forma, es una banalización del villano. Mucho antes, ya se había escrito la obra de Wicked que tanto el libro como la adaptación en Broadway es extraordinaria porque no se trataba de justificar a la Bruja mala del oeste, ahí más bien era desenmascarar al gran villano que era El Mago de Oz y que todo lo que ocurre en la historia que conocemos era un plan generado para esconderse del enemigo de un pueblo que quería el control.
Wicked es una vuelta de tuerca a una historia que vimos desde que éramos niños y crecimos con la idea de que la Bruja Mala del Oeste además de verde, tener la nariz de zanahoria, era muy mala. En Wicked, no es así. La protagonista es una líder revolucionaria que va en contra de las órdenes dictadas por el gran mago, como es quitarle terrenos a campesinos para construir un camino amarillo y quitarle el derecho a hablar a los animales.
Cuando se es un infante la televisión y la sociedad te dice que solo hay de dos sopas: buenos y malos. Blancos y negros. Gringos vs alemanes o rusos. Perfectos o mal hechos. Bien intencionados o malévolos.
Todo es pensar en absolutos. No existen razones para que la gente se comporte de una u otra forma, no hay contextos. Eso aún lo vemos con las telenovelas de televisa, los programas como La Rosa de Guadalupe y un sinfín de producciones de mala calidad.
Los villanos siempre han tenido un encanto, aunque al final, siempre pierdan. Amamos a los malos, a los perversos, a los que llegan al poder y desde ahí mueven las piezas, por ello, siempre justificaremos a personajes como Tony Sopranno a pesar que sea un psicópata; aplaudiremos a Heisenberg aunque sea el personaje más malvado de Breaking Bad. Nos gustan esos personajes como Michael o Vitto Corleone porque son metódicos, sarcásticos, inteligentes y siempre nos sorprenden con algo que no esperamos.
Los villanos como Darth Vader que les tenemos cariño a pesar de lo que hayan hecho para no merecerlo. Son tan valiosos en nuestra vida que no queremos imitar sino soltamos una sonrisita cuando vemos que algo les sale bien.
Quizá porque muy en el interior de nosotros nos identificamos con su perversidad o que la queremos a veces usar para que no nos vean la cara en el día a día, por eso les queremos a pesar de que sabemos que no los seguiríamos para nada.
La película Cruella resultó ser más de lo mismo que ya habían hecho con Maléfica, una chica que tiene dos personalidades, una villana que quiere vengarse y una chica que está quebrada porque vio la muerte de su madre.
No es que sea mala o pésima la historia y la producción, es que falta profundidad en el personaje. Utilizan un soundtrack muy obvio para las escenas claves y al final termina como una película para domingo o de esas historias que a veces busca cualquier persona pero solo para desconectarse de la realidad y no pensar en nada.
Es una película olvidable. Es de esas que solo diremos “meeeh”, como para dar a entender que ni para bien ni para mal. Y no es que la haya producido Disney, pues esa marca ha hecho cosas verdaderamente geniales. Simplemente que Cruella es una historia más que no trasciende y que no deja algo más allá que entretener sin profundizar en emociones o sorpresas.
Banalizar a los villanos es una fórmula que podría caer en bodrios.