María del Rosario de Ovando fue hija de uno de los hombres más poderosos de la Puebla del siglo XVIII. Cuando cumplió 16 años, según la tradición, estaba lista para contraer matrimonio con un hijo de una familia rica de la ciudad, sin embargo, estaba enamorada de un mestizo de poca monta.
Un día, su padre, que desde luego se oponía al enamoramiento de su hija, tuvo que salir de viaje, diciéndole que tan pronto como regresara la casaría con el joven que él eligiera para ella. María del Rosario decidió entonces comunicar esta situación a su enamorado, pero al ir a encontrarse con él, no advirtió que era seguida por su hermano mayor, a quien su padre había encargado su vigilancia.
En un episodio de mucha confusión, el joven Agustín de Ovando dio muerte de forma accidental a su hermana y, con toda intención, al pretendiente prohibido de esta. No fue llevado a juicio porque se argumentó en su defensa que fue un asunto de honor, sin embargo, al poco tiempo la culpa lo carcomió y se quitó la vida. El padre, por su parte, hundido en la pena se dio a la bebida, hasta que una noche, mientras regresaba a su casa, se le apareció el espectro de su hija, cuya alma no podía descansar.
Se cuenta que aún hoy, a la medianoche, se sigue apareciendo el fantasma de María del Rosario, que sigue penando por su amor prohibido.