Presentamos la tercera entrega de la entrevista que hizo el periódico 24 Horas Puebla a Zeus Munive, director de la Revista 360 grados- Instrucciones para vivir en Puebla, con motivo del décimo aniversario de la publicación.
Por Mario Galeana / 24 Horas Puebla
—Entonces fue un error.
—Sí, llegué al periodismo por error, por accidente. Ahora puedo decir que me encanta el periodismo pero me cagan los periodistas. Me cagan, me cagan. Me cagan sus diálogos, que se reúnan sólo para mentar madres por los salarios; me cagan porque no hablan más que las mismas pendejadas. Son –somos– como los muertos: todos saben que lo estamos excepto nosotros.
Entonces Zeus Munive Rivera, director General de la revista 360 Grados. Instrucciones para vivir en Puebla, me dirá que llegó al oficio por la música porque deseaba trabajar en la única estación de radio que tocaba por las noches thrash metal. Y que le propusieron hacer noticias y, aunque las detestaba, terminó haciéndolas. Y que así, sin que contara los días, terminó trabajando en una docena de redacciones de medios impresos, televisivos y radiofónicos.
Y que a los 25 se dijo que si en tres años no era jefe de Información renunciaría para siempre al periodismo; que cuando cumplió 28 y tuvo a su cargo por primera vez la jefatura de Información de un diario se dijo –otra vez– que si no dirigía un medio en cuatro o cinco años renunciaría para siempre al periodismo; que cuando cumplió 33 y se vio en la dirección de 360 Grados supo, entonces, que quizá el trabajo de contar historias era el suyo. Era el único.
Y las cosas estaban bien como estaban hasta que a principios de este año un accidente le cambió la vida. La versión resumida podría decir que Zeus tuvo quemaduras de tercer grado en 60% del cuerpo cuando una fuga de gas en su casa produjo un chispazo que se convirtió en flama y la mayor parte de la explosión la recibieron sus manos.
—Éstas no eran mis manos. O al menos no eran así –me dice y las extiende sobre el escritorio de su oficina–. Hay escenas de ese momento que no recuerdo bien pero las quemaduras me llegaron casi hasta los hombros. Yo me vi la piel de las manos completamente levantada.
Sus manos tienen injertos de piel de otras partes de su cuerpo, como llagas que le recorren los nudillos y tendones. Otros llevan el rastro de las quemaduras con deshonra, pero en Zeus son orgullo porque en el proceso de recuperación los médicos consideraron
amputarlas.
—Ahora me encantan. Son manos de villano de cómic. Imagínate si me convierto en gángster: estas manos con un pinche old fashioned y un puro. Sería de poca madre, ¿a poco no? Para mí es un orgullo: las puedo usar, ¡puedo escribir!
A lo largo de las tres horas y media que conversamos el periodista repite varias veces que detesta lo cursi, que siempre ha preferido el sentido del humor. Sobre todo si se trata de él mismo. Cuando salió de rehabilitación por las quemaduras, por ejemplo, un camillero le preguntó qué sería lo primero que podría hacer con sus manos cuando estuvieran sanas.
—Y yo dije que una chaqueta, ¿qué otra cosa podría hacer?
Hubo días muy negros en aquel hospital. A veces tenía delirio y algunos recuerdos olvidados de la infancia trepaban por la habitación como arañas furiosas. Al mediodía los albañiles de una construcción que colindaba con el hospital echaban una cáscara de futbol llanero y él los veía embelesado a través de las ventanas, aunque nunca fue bueno para jugar.
Fue un chico nacido en el seno del Barrio de San Antonio, famoso por la pandilla de Los Pitufos. Por la tarde escuchaba la ópera junto a su hermano y su tío Carlos, a quien veía leer Excélsior todos los días.
Nunca fue bueno en la escuela pero sustituyó a los maestros por los libros y revistas que encontraba en casa. En algún momento un riff de rock progresivo se le metió a la cabeza y jamás volvió a olvidar aquel ritmo. Leyó muchos cómics y se desveló oyendo thrash metal en una estación comercial de radio a la que entró a trabajar como redactor de noticias internacionales a los 20 años.
Luego llegó a Radio Oro y ahí hizo su primera crónica radiofónica, donde contaba un enfrentamiento en una escuela ocurrido el 21 de marzo de 1996, y que iniciaba así: “El día que nació aquel que dijo que el respeto al derecho ajeno es la paz, no hubo ni respeto ni derecho ni paz”.
—Ahora que lo recuerdo –me dice– debo reconocer que era una frase muy cursi. Pero así iniciamos todos. No conozco a nadie que nazca escribiendo bien.
En esa época conoció al periodista Mario Alberto Mejía, quien lo apodaba El Salvajito. Ambos hicieron el 1-2 de la crónica: Mejía como reportero de El Universal y Munive en Radio Oro.
Vivieron juntos la censura del entonces gobernador Manuel Bartlett Díaz, y ambos fueron removidos de sus fuentes al descubrir un escándalo de moches en el Congreso de Puebla.
Se cambió a El Universal y luego trabajó una vez más junto a Mejía en el periódico Intolerancia, una redacción que tenía un espíritu punk: eran arriesgados, bebían a destajo y no tenían miedo.
Su camino lo llevó hasta Cambio, donde logró meter a una de las poquísimas personas que quiso –y aún quiere– dentro del medio: la periodista Selene Ríos.
Aunque después dejó Cambio para hacer las revistas Contralínea y Fortuna, y más tarde360 Grados, se encontró con Selene en el programa Juego de Troles, donde también colaboraban Arturo Rueda (director de Cambio), Edmundo Velázquez (ex jefe de Información de 360 Grados) y Yonadab Cabrera.
Hasta que el 5 de diciembre del año pasado el cáncer consumió la vida de Selene y nada –nada– volvió a ser igual.
—Me di cuenta de que ya no encajaba en Juego de Troles y me salí. Lo hice en un estado bastante tranquilo, aunque ellos dicen que estaba mal, que estaba muy loco. La verdad es que estaba bebiéndome un café y simplemente decidí no llegar al programa. Les mandé un mensaje y quizá no fue la mejor salida despedirme sólo por WhatsApp, pero estaba cansado y harto.
—¿Había cambiado algo en el programa?
—Desde la muerte de Selene creo que el programa perdió equilibrio. Actualmente sólo es el programa de Arturo Rueda y los demás son como sus porristas, no lo sé. Pero lo cierto es que no hay un equilibrio real en los puntos de vista. También decidí zafarme porque ligaban a Cambio, Central y 360 Grados con un solo dueño pero la verdad es que no es así.
—¿Ven como titular a Rueda?
—Pues alguien me dijo que Arturo decía que sí, pero es algo que no pude comprobar jamás. La verdad es que también decidí deslindarme porque me enteré que un periodista de buen nivel en México le comentó a la gente de Central que Rueda no estaba muy bien visto en la Ciudad de México. Además, un día la Universidad Cuauhtémoc me buscó para anunciarse en la revista y de pronto quiso echarse para atrás porque creía que Rueda estaba involucrado. Ahí fue cuando entendí que no me convenía comercialmente; por eso sí quise y sí quiero desligar la revista de eso.
—¿Cómo es tu relación con todos ellos?
—Hasta donde sé ellos lo tomaron más personal, cosa que la verdad no me preocupa. Cuando estaba en recuperación, uno de ellos me dijo que su universo no se iba a detener por el mío, por lo que me pasara a mí. Y se lo agradezco porque fue claro: yo no pertenecía allí.