Crecimos escuchando esa frase, nos la grabamos bien en la mente, mi abuela siempre decía: «más sabe el diablo por viejo que por diablo» y sí, los años te dan conocimiento, experiencia, perspectiva, pero también existen ciertos individuos que los años sólo les han dado cabellos blancos y mal humor.
Hace una semana aproximadamente estaba en una cafetería de esas conocidas por ser confusas al momento de pedir tu orden. La chica de la caja me atendió con una sonrisa. Mientras esperaba mi café y mi sándwich escuché que alguien levantaba la voz en la caja, era un hombre adulto canoso y de lentes, le hablaba a la misma chica que me había atendido, ella con la misma sonrisa que yo había visto hace unos momentos le explicaba su menú y los tamaños, él no la escuchó, -¡Quiero un pinche café con leche mediano!– ella intentó explicarle que le cobraría un «latte grande». -Cómo eres pendeja, quiero un café con leche mediano ¿qué no entiendes?- le contestó. El que no entendía era él. Al momento, el caballero que seguía en la fila tocó el hombro del tipo canoso y le pidió que se calmara y no le faltara al respeto a la niña, un compañero la relevó de la caja mientras ella se fue al área donde yo esperaba mi sándwich, ella no dijo nada, pero tenía los ojos llorosos. Seguramente ella también creció escuchando «Respeta a tus mayores», y ese día uno de esos «mayores» la ofendió y humilló frente a varias personas sólo por hacer su trabajo. Ella me entregó mis alimentos y procuré hacer énfasis al momento de agradecerle, ella me devolvió una sonrisa, pero no era la misma sonrisa que yo había visto antes, era una sonrisa triste, con la mirada baja. Ese tipo canoso mucho mayor que ella le robó la alegría esa tarde.
«Respeta a tus mayores». ¿No sería más atinado inculcar algo así como: «Respeta a tu prójimo» independientemente de la edad de éste?
En tiempos como los que nos ha tocado vivir, donde la tecnología da pasos agigantados, son en su mayoría los jóvenes los que enseñan a los adultos mayores a utilizarla. Y son los adultos mayores los que inculcan en los jóvenes los valores con los que ellos crecieron y que tanta falta les hacen a las nuevas generaciones. Es un intercambio de conocimientos donde el respeto mutuo debería de ser una constante.
Como el viejo proverbio suizo: «La edad no juega ningún papel, a no ser que sea un queso.»
Y es que a mis treinta y dos años sigo sin entender qué tiene que ver la edad con la calidad humana. Durante mi tiempo de vida he tenido la gran fortuna de toparme en el camino a personas maravillosas que me han enseñado tanto. Muchos de ellos bastante mayores, pero también más jóvenes que yo. He visto a jóvenes luchar por sus ideales y convicciones, he visto a jóvenes defender de adultos indolentes a indefensos y he visto a adultos sensatos unirse a esos jóvenes en apoyo, así que sigo pensando que la edad no determina si eres merecedor de respeto. Incluso a veces me parece que «Respeta a tus mayores» es una frase peligrosa, que infiere sumisión y confunde. Hace ya varios meses leía el caso de una pequeña que no pasaba de los once años y había sido abusada por un familiar mayor en varias ocasiones. La madre se dio cuenta que la actitud de su hija había cambiado radicalmente y buscó apoyo profesional, la niña confesó lo que pasaba, guardaba el secreto por miedo y desconcierto, acusar a su abusador la perturbaba porque creía que «los adultos no se equivocan» y que lo que le había pasado era su culpa, quizá como muchos de nosotros creció escuchando que tenía que «respetar a sus mayores», pero hay mayores que no merecen nuestro respeto, merecen que luchemos contra ellos con uñas y dientes. No, el respeto no es inherente a la edad.
El respeto y tolerancia (creo yo) deberían ir en todas direcciones, no sólo de forma ascendente. El respeto es una de las acciones primarias para lograr una buena convivencia. Hay mucho que aprender los unos de los otros; imaginemos lo enriquecedor que sería convivir en un ambiente de respeto mutuo donde los jóvenes aprendieran de las experiencias de los adultos y los adultos den entrada a las nuevas perspectivas mostradas por los jóvenes.
Fomentar y practicar el respeto hacía todos (adultos, jóvenes, animales) nos abre las puertas hacía un panorama mucho más enriquecedor, nos da la posibilidad de conocer espacios nuevos, espacios que quizá ignorábamos y que podemos disfrutar y aprender de ellos.
Es ley de vida que lo que das eventualmente regresa a ti, lo que haces hoy será lo que te distinga mañana, las buenas acciones y actitudes no conocen de números, no importa si tienes cinco o noventa y nueve años, procura tratar a los demás como te gustaría que te trataran, podrías llevarte gratas sorpresas.