Por Carlos Peregrina
Ahora ya se puso de moda subir frases “positivas e inspiradoras” a cualquier tipo de red social. Es una competencia por ver quién tiene más enunciados inspiradores en sus muros de Facebook. ¿Qué buscan con decir “Sé tú mismo”? ¿Qué pretenden con recordarnos día a día que si sonríes el universo conspirará a favor de ti? Imágenes con gatitos, perros, la foto del finado Steve Jobs y todo para tratar de imponer su felicidad.
No sé si lo recuerdan, pero antes esas frases venían en los calendarios que regalaban en las carnicerías a finales de año. Don Pedro, el carnicero de la esquina de tu colonia, que diariamente estaba manchado en sangre, decía alegremente con sus dientes amarillos: “aquí está su medio kilo de aguayón y su calendario, güerita”.
Efectivamente, el calendario era una fotografía de algún volcán, un paisaje suizo o algún castillo europeo y ahí, debajo de la leyenda “Carnicería La Vaca Loca” (atendida por su propietario don Pedro Pajarito), venía un bonito pensamiento: “El amor todo lo puede”.
Esos tiempos ya caducaron. Había también calendarios con unos gatos jugando con unas bolas de estambre y de igual forma se acompañaban con alguna frase de esas motivadoras: “Trata de ser feliz con lo que tienes”.
Había libros que se conseguían fácilmente, que tenían títulos como “Una frase excepcional”, y era un compendio de frasesitas cursis que alguna secretaria de algún político, juez o abogado copiaba para enviarlas de tarjeta de felicitación de cumpleaños.
¿Qué le pasa a la gente que se la pasa subiendo ese tipo de frases a sus muros? O los políticos que citan alguna para su Twitter.
Hace como diez años aparecieron la película y el libro El Secreto. Sí, ese, el de la «ley de la atracción». Decía que los grandes pensadores e inventores eran parte de una especie de logia o cofradía y por eso eran reteexitosos en sus vidas.
Las señoras copetonas se la pasaban en los desayunos adoctrinando a sus comadres con “no pienses negativamente porque eso es lo que atraes, comadre”.
Lo curioso del caso es que al mismo tiempo que empezó esa moda, se empezó a catalogar a la depresión como una enfermedad.
Es decir, mientras por un lado nos decían “no atraigas pensamientos negativos, atrae pura buena onda”, resulta que la depresión se estaba dando en mayor índice y en todo tipo de estratos sociales.
Ahí aparecieron las redes sociales. Y se dieron a la tarea de poner la lista de características de una persona positiva y las de la persona negativa. Bien, pues resulta que la negativa todo lo critica, es preocupona, es envidiosa, pierde el tiempo, es egoísta.
Mientras que por el otro lado, la positiva sonríe, reparte energía positiva, ayuda a los demás, se capacita permanentemente.
Total, que si uno es honesto se dará cuenta que está más cercano a los malos que a los buenos porque, ¿a poco no sienten envidia, no se angustian cuando llega el fin de mes o ya hay que pagar impuestos, o prefieren echar una pestañita a media tarde, se enojan y se deprimen?
Y luego vino la moda de las frases de princesas: “Un caballero siempre reconocerá a una princesa”. Y lo primero que piensas es un chale, porque resulta que quien subió la foto es una princesa que se tomó una selfie en el cuarto de lavado hecho a base de puro adobe con las cubetas llenas de agua a un lado.
“No hay nada más bello que la sonrisa de una mujer”, dicen otras. “Estudiando y ocupadas en ser alguien en la vida.” ¡Ay, no mamen!
Cuando suben eso a Facebook, algo nos queda muy claro: la chica que lo subió no es de esas “buenas mujeres”, porque está sentadota toda la tarde subiendo imágenes a su muro en vez de estar trabajando.
“Nunca olvides que tu mejor marca es tu sonrisa”, dice otra de esas estúpidas frases. Claro, me imagino que si acaban de asaltar a una persona y se queda sonriendo alguien le preguntará “¿Oiga, y por qué sonríe?”, el tipo asaltado con una sonrisa de oreja a oreja diría “Pos porque lo leí en Facebook y es mi marca”.
Existen algunas porquerías como esta en las redes sociales: “Quédate con quien quiere tu corazón, no tu físico”, solo que lo subió Filomena Pérez, de dieciseis años, con un bebé de cinco meses y se vio obligada a dejar el Conalep.
Otros, se la pasan subiendo una imagen de Jesucristo, donde reclaman que ya lo olvidaste. O “escribe amén si tienes a Dios en tu corazón”. “Dios te dará lo que te mereces, confía en sus tiempos”, eso seguramente fue subido por una mujer desempleada de cincuenta años con problemas de obesidad.
No me meto en temas religiosos, pero yo conozco gente que escribe amén, y sus vidas están hechas un verdadero asco. He conocido incluso a quienes suben frases de Osho y dicen meditar en las mañanas y son amantes de algún sujeto, y les arman un escándalo a sus parejas o se ponen violentas.
¿Qué esperan todos los que suben frases de superación personal a sus redes sociales? ¿Será acaso una falta real de cariño? A algunos terapeutas que dan cursos de superación personal les encanta subir toda esa clase de estupideces en espera de muchos likes.
Y se volvieron especialistas en Jodorowsky. ¡Ah!, y se la pasan hablando del perdón, ¡cómo les encanta ese tema! Y ya saben, las frases siempre acompañadas de una foto con una chica en una playa, vestida de blanco, extendiendo sus brazos.
Pero qué tal si investigamos sus vidas privadas, quizá no son tan congruentes con todos esos pensamientos positivos.
Si todas esas frases que suben a Facebook se aplicaran, no creo que hubiera tanto loco y asesino en este mundo.
No es por nada, pero prefería los calendarios de las carnicerías, aunque don Pedro diario lidiara con puercos y reses, aunque sus manos olieran a sangre.
No es que esté en desacuerdo con que a veces hay frases que sí nos alientan o nos dan tips para dejar de hacernos pendejos. Pero una de vez en cuando está bien, no todos los pinches días de la existencia.
Por supuesto que no es que esté en contra del éxito pero, ¿a poco los priistas o los panistas ya dejaron de ser corruptos?, y eso que sus muros están llenos de frases positivas. ¿O Peña Nieto ya no va a hacer contratos con grupo Higa?
Tengo la impresión de que las personas que son felices no necesitan presumirlo con frases; más bien parece que estamos en un mundo inundado de depresión y pensamos que subir ese tipo de enunciados nos hará mejores personas. La verdad es que no. Las personas no controlamos ni nuestros pensamientos. Son más de dos mil al día y lo que menos hacemos es controlarlos.
No es que no quiera un mundo mejor, es que saturan con tanta mamada. Vamos, es como ver durante diez horas seguidas la caricatura de Los ositos cariñositos o comerse cien rebanadas de pan bimbo con mermelada de fresa.
¿Saben? Desde chamacos aprendimos lo que está bien y lo que está mal. Y tenemos derecho a deprimirnos o a enojarnos, eso no nos hace ser malas personas. Es parte de vivir.
Tampoco son agradables las frases de las viejas ardidas, esas de “donde pisa tacón no pasa una chancluda”, porque queda claro que todavía le duele el fulano.
La vida era mejor sin Facebook.
Y aunque sea una contradicción, es la verdad, las selfies solo eran fotos grupales en donde el fotógrafo tenía que salir corriendo para alcanzar a salir en la imagen.
Las selfies eran ovalitos o de certificado. Los baños se usaban para cagar y no para tomarse fotos. La comida no se retrataba, solo se disfrutaba al igual que alguna bebida.
Si te gustaba alguien, se lo decías en persona y no solo le dabas un like, que es tan ambivalente.
Y si se tomaban fotos con políticos, sabías que esos eran buscachambas o comecuandohay, no que ahora tiene uno que soportar ver fotos con gobernadores o presidentes como si eso fuera lo correcto.
Si corrías medio maratón, lo corrías, no lo subías a Facebook. Si dejabas de fumar, solo dejabas de fumar. No necesitabas la aprobación social para ser alguien o llamar la atención.
Y si tenías pareja, ya sea novia, esposa, amante, etcétera, no necesitabas dejarlo claro ante los demás.
La gente leía libros completos y no solo frases cortadas de Julio Cortazar o de Jaime Sabines.
Para inspirarse solo necesitaban salir a trabajar.
La vida era mejor sin el Facebook.