Foto: @xraythebaby
A diferencia de la nota que comentábamos hace unos meses sobre la eminente quiebra de la compañía Gibson, en días pasados su histórica competidora Fender declaró que sus ventas recientes han mostrado una tendencia muy positiva acercándose a niveles récord. Lo interesante en el tema es la justificación que da Fender a su aumento en ventas, ya que, de acuerdo con sus propios datos, el nuevo mercado creciente está conformado por gente muy joven que se interesa en dedicarse a la música como consecuencia de la enorme exposición que actualmente tienen a ella gracias a los servicios de Streaming.
Con todos los peros que le podamos encontrar al Streaming, es obvio que el sistema llegó para quedarse, que no habrá vuelta atrás y que en resumen es un servicio extraordinario que pone a nuestro alcance virtualmente toda la música que se hace en el mundo. Como oyentes podemos estar muy contentos de acceder a tanto material, pero olvidamos a la parte más importante del proceso: el músico. Tal vez con excepción de Bandcamp, los servicios de Streaming pagan décimas de centavo a los artistas por cada reproducción que se hace de sus obras y en este esquema el modelo económico no es conveniente para ellos. Si además le sumamos la disminución en las ventas físicas de discos que en buena medida se debe a su sustitución por el streaming, difícilmente una banda que no cuente con el apoyo masivo de una compañía disquera puede llegar a vivir de su creación artística.
Lo paradójico del argumento de Fender es que nunca como ahora habían existido tantas facilidades, tanta gente interesada en dedicarse a la música, tantas opciones para escucharla y al mismo tiempo tan pocas posibilidades de hacerlo de manera profesional. Tal vez en cada guitarra que vendan deberían incluir una nota que diga algo así como: “Precaución: dedicarse a la música no garantiza tu supervivencia”
Aún con todas estas complicaciones, parece que existe una luz a final del túnel gracias al Music Modernization Act, propuesta de ley que recientemente se aprobó en las cámaras del congreso de Estados Unidos y de la cual hablaremos aquí mismo la próxima semana.
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El Modelo de “regala tu música, porque lo importante es que te conozcan para que luego te vayan a ver en vivo y ahí es donde vas a ganar dinero” evidentemente no funciona para todos los artistas. Imaginemos a alguna banda poblana que edite un buen disco y que gracias a estos sistemas de streaming sea escuchada en Ucrania; sinceramente, ¿qué posibilidades hay de que dicha banda vaya a presentarse algún día en Kiev? La realidad es que como consumidores deberíamos acostumbrarnos a pagar por la música que escuchamos y, aunque no esté totalmente en nuestras manos, buscar que a los artistas que se reproducen vía streaming se les pague con justicia. De otra forma la gran mayoría de los músicos seguirán condenados a dedicarse a otras profesiones para poder vivir y su arte se limitará a lo que puedan hacer en sus ratos libres.
La Recomendación de la Semana: El Tubo Elástico (España) – Impala (2018).
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