¿Quién de nosotros no ha sido víctima de los notarios?
Todos en algún momento tenemos que ir, al menos, a certificar copias, a escriturar una casa, a ver el tema de un testamento y muchos de esos grandes notables nos cobran carísimo.
¿Cuántas historias conocemos de los notarios que sacan dobles escrituras y ahí andan en la calle como si nada?
¿Cuántas veces los notarios ya ni se aparecen por sus oficinas? ¿Ha sido víctima de un acta constitutiva de una empresa (elaborada en alguna notaría) que no tiene pies ni cabeza y que por errores básicos en la redacción hasta el SAT no quiere reconocer la existencia de la persona moral? Es imposible facturar sino está bien el instrumento legal de la compañía.
O el mismo banco que no le puede abrir la cuenta de cheques para cobrar porque no está bien definido quién es el representante legal. O un comisario de la empresa que al notario se le ocurrió meter hasta el chavito que saca las copias de su oficina. Vaya que hay historias de terror.
En Puebla desde el gobierno de Alfredo Toxqui para acá, las notarías eran premios de consolación con los funcionarios que se quedarían desempleados, con los compromisos políticos o económicos que se generaron en el sexenio en turno.
Los gobernadores, excepto Melquiades Morales, regalaron esos premios de consuelo y abrieron los espacios para fedatarios como si fueran larines. Vaya, hasta un periodista que se convirtió en radiodifusor vivió de ese estilo de corrupción: hasta el nieto ahora enfundado en su traje de Morena ha cobrado y vivido de esas mieles. No es necesario mencionar el apellido del interfecto, pues de todos es conocido.
Por supuesto, ha habido sus honrosas excepciones, algunos notarios que sí fueron beneficiados han entendido que hay que trabajar bien y dejar su nombre intachable.
Sí, aunque no lo crea sí los hay.
Por eso era urgente una reforma a la Ley del notariado, porque las patentes se heredan como si fueran de la monarquía, porque un abogado de carrera por más que hiciera su examen de oposición se le dejaba fuera porque no pertenecía a algún tipo de cofradía, por no ser ahijado de algún mandatario o por no ser hijo de un presunto periodista de alguna esquina radiofónica. Ese tipo de embute no se le daba a cualquiera, porque ese “chayo” sí venía espinoso y bien jugoso.
Insisto, no todos los notarios son abusivos o flojos, pero muchos hemos sido víctima de fedatarios corruptos o transas, de esos que escrituran predios que ya estaban escriturados, de esos que cobran carísimos trámites que muchas familias no pueden pagar y en un litigio pierden por no poder cubrir las cuotas.
En este México de desigualdad, las notarías eran o han sido las principales muestras de ello, porque no estaban todos los que deberían de estar y estaban los que nunca debieron estar. Esos premios millonarios que pasaban de papás a hijos y a nietos sin ningún mérito más que chuparle las medias al gobernador en turno.
Esperemos que esta nueva reforma ponga orden y transparente lo que hacen los fedatarios públicos porque de alguna u otra forma todos hemos sido víctimas de estos personajes que trabajan más para sus bolsillos que para los ciudadanos.
Es una mafia y seguramente muchos de ellos tratarán de meter cizaña o armar algún tipo de intriga porque sus cuentas de banco comenzarán a bajar, pero vamos que con el patrimonio que ya hicieron podrían vivir bien ellos y hasta sus bisnietos.