[su_heading]Marco Calderón [/su_heading]
Para Natalia, la noche fue mucho más larga y pesada de lo que planeaba. El departamento que habita, ubicado en el Centro Histórico de Puebla, fue inmediatamente acordonado tras el sismo de este 19 de septiembre. En el momento del siniestro ella estaba afuera, así que no tuvo oportunidad de entrar ni siquiera a sacar sus pertenencias.
Ella llegó de Oaxaca hace dos años para estudiar la licenciatura en psicología aquí en Puebla, y por supuesto que ya había sentido movimientos similares, pero ninguno hasta ahora la había privado de su vivienda. Ahora tocaba ir a dormir al Centro Expositor, pues los amigos que consideró podían brindarle techo, ya atendían a familiares que necesitaban auxilio.
Tuvo que caminar desde el centro hasta Los Fuertes, y apenas si le alcanzó el aliento para subir la cuesta del cerro de Loreto. Ahí ya estaban otros vecinos del primer cuadro de la ciudad. Ya los esperaban, también, los primeros voluntarios en la mejor disposición de ayudar a quien lo necesitara.
Sintió miedo. Llevaba su teléfono con el 50 por ciento de energía, su cartera con algo de dinero y sus identificaciones, y las llaves de su departamento que ahora no servían de mucho. La imagen era perturbadora: una enorme caja que en mayo de cada año alberga una feria de grandes dimensiones, ahora tenía su suelo cubierto con colchonetas y algunas mesas para tomar alimentos.
El sueño llegó a ella a ratos. La soledad se le acentuó como a las otras 53 personas que llegaron a pasar allí la noche. Por momentos escuchaba llorar a algún niño, y de repente se hacía de nuevo el silencio. No apagaron por completo las luces del lugar, así que no supo con certeza cuándo llegó la luz del día, salvo porque su estómago ya reclamaba la ausencia de alimento.
Aunque no era la primera vez que probaba la comida enlatada, esta le pareció particularmente insípida. Antes de salir le volvieron a pedir sus datos y le recordaron que de no poder tener su vivienda habilitada, podría volver por la tarde sin ningún problema. Salió del Centro Expositor y caminó con calma de regreso al Centro. Antes de llegar a la calle donde se ubica su departamento, respiró profundo para contener el llanto que llevaba casi 24 horas reprimiendo.