Por soberbia.
Fueron ellos los que le pagaron a Massive Caller para que la encuestadora se equivocara por casi 32 puntos de distancia, algo así como 18 millones de votos; como diría el clásico: perdieron, pero nomás tantito. ¿Y qué tanto es tantito?
La pregunta es ¿si ellos creyeron en sus propias mentiras o hubo un momento en que se dejaron ir por esa narrativa del empate técnico?
Marko Cortés, Alito Moreno y Jesús Zambrano interpretaron a la perfección a “Los tres chiflados” (Curly, Larry y Moe).
Mucho del fracaso a nivel estatal del panismo dependió de los vicios nacionales: corrupción, tráfico de influencias, presunta venta de candidaturas, desorganización, división y un largo etcétera.
¿O me van a decir que Los Chuchos del PRD son unos auténticos demócratas? ¿Alito Moreno jamás vendió candidaturas? ¿Marko Cortés era todo un Rommel, “El Zorro del desierto”, en la segunda guerra mundial?
El panismo nacional dejó de tener misión, visión y objetivos.
Nunca supo vender la idea de que ellos nunca quitarían los programas sociales; los prianistas jamás pudieron convencer al elector que mejorarían las condiciones salariales de los trabajadores y se encasillaron en pedir a Jorge Máynez que declinara por Xóchitl Gálvez.
Perdieron tiempo.
Crearon una pésima narrativa y se fueron a vivir en una burbuja de cristal.
Hicieron pésimos spots publicitarios, jamás hicieron una buena estrategia mercadológica y estaban terriblemente desorganizados.
A nivel estatal no había manera de evitar la derrota y que Morena arrasara en todo el estado. Alejandro Armenta Mier desde que ganó la contienda interna de su partido (aquel 10 de noviembre pasado) ya se perfilaba como virtual gobernador de Puebla.
Desde aquella contienda interna se decía que quien ganara, prácticamente sería gobernador. Y así fue. Armenta fue muy prudente aquel 10 de noviembre, no hizo festejos y sólo convocó a su gente para trabajar para la contienda constitucional.
Armenta no perdió tiempo. No se fue de vacaciones. Recorrió la entidad poblana. A nivel federal Claudia Sheinbaum resultó hábil y nunca se salió del guion, cuidó los votos, a los seguidores de Morena y los incrementó. Sus 35 millones de votos, cinco más que el actual presidente, sólo demuestra que sí hizo la tarea y la superó.
Eduardo Rivera por más estrategia que pudo haber tenido no le alcanzó. No vio más allá del árbol. Desde el inicio de la contienda, daba la impresión de que le faltaba “punch” como candidato. Lo rebasaron por la izquierda.
Su dirigencia estatal cometió muchos yerros desde el año pasado, fue sectarista y clasista. Augusta Díaz de Rivera se la pasó peleada con su secretario general Marcos Castro. Iniciaron una estrategia de persecución contra sus propios militantes (pregúntenle a Genoveva Huerta). Les ganó la soberbia porque habían ganado la zona conurbada en el 2021.
En vez de invertir en recursos para comités municipales, la dirigencia le apostó en embellecer sus oficinas estatales. En vez de darle un buen uso a las prerrogativas estrenaron hasta camionetas.
En vez de fortalecer a su militancia y crear cuadros competitivos, repitieron los mismos de siempre y fue una ola de imposiciones que lastimó a sus correligionarios. Hay dos clases sociales en el PAN: los que hacen la talacha y los que ganan diputaciones o regidurías plurinominales.
El PAN regresó a sus orígenes: perder las elecciones y ganar al partido. Tener unas cuantas diputaciones y regidurías y mantener el registro.
Tampoco se trata de hacer culpable de toda la derrota a Rivera y a Mario Riestra Piña, son corresponsables, pero no son los únicos. Además de sus errores internos, les tocó el peor momento para contender.
Es un tema más de fondo.
La oposición se acabó desde el 2018.
Ellos, los prianistas, nunca entendieron nada y no querían regresar al poder para gobernar, sino para regresar a cobrar del erario.