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Las letras americanas se apoderaron del siglo XX. Aunque decir que del río Bravo a Tierra de Fuego fue una exageración, sabemos que las exageraciones son necesarias en el mundo de la creación.
En El minutero pensamos que recuperar a través de ensayos para acercarnos a la obra de hombres, aunque de diferente recepción por parte del público lector, aun abordados desde breves circunstancias o perspectivas, enfoques o caminos, siempre enriquece y nunca empobrece el conocimiento sobre los hombres y sus obras.
Casi 100 años después de la primera publicación del enorme Borges y casi 60 del primero escrito de Elizondo, entendemos que aún siguen vigentes y Salvador y Jorge Luis. Farabeuf, Narda o el verano, aunque menos conocidas que El Aleph o El jardín de los senderos que se bifurcan, nos conducen a mundos maravillosos que obligan a permanecer anclados en esa práctica que muchos empiezan injustamente a despreciar, la lectura.
Seguir recobrando voces y nuevos estudiosos de la literatura es una tarea que estamos propiciando dentro del Consejo, al cumplir el primer año con este generoso proyecto apoyado por Zeus Munive y su Revista 360 Grados, optamos por incursionar en las letras de ese hombre que agradecía su ceguera, concebía el paraíso como una biblioteca, junto al uno de los más sensibles y de imponente cultura que debemos decir que a veces olvidamos, pero que su vigencia es permanente aunque nos hace pensar que es una especie de fénix que al conocerlo de sus cenizas empieza a renacer para recrearnos mundos con bisturíes y pinceles muy finos, además de ser un crítico y traductor impecable de quien yo lo pienso bajo esa lógica bajo la cual Paul Valery creaba a Monsieur Teste.
Aun los recuerdo aquel 26 de agosto de 1981, cuando reunidos en el palacio de Minería por invitación de Octavio Paz para el programa La poesía en nuestro tiempo, Elizondo y Borges departieron, ambos unidos por la dinámica y expansión, celebración y evocación del instante, pensado para sí cada uno de ellos: Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí sólo me enorgullecen las que he leído.
Este artículo corresponde al número 174 de Revista 360 Grados y puedes leerlo al hacer clic aquí