Corría el año del 2006, el gobierno de Mario Marín estaba en su peor momento. Las grabaciones entre el empresario libanés Kamel Nacif y Mario Marín le habían dado la vuelta al mundo y ahí se había puesto en evidencia que el mandatario estatal usó la fuerza institucional para darle de “coscorrones a una vieja cabrona”, quien resultó ser la periodista y escritora Lydia Cacho, quien denunció una red de pederastia y pornografía infantil encabezada por otro libanés, Jean Succar Kuri, quien acaba de fallecer y suponemos que no descansa en paz, por todo el daño que hizo a la sociedad.
La relación con la prensa local se había tensado, aunque Marín tenía a sus aduladores natos, porque los tuvo y fueron evidenciados por caer en un “éxtasis marinista” en el que se envolvieron, había más críticos. Y todo arreció cuando Marín acudió al programa de Carlos Loret de Mola para dar su “versión” de la detención de la periodista Cacho.
“Es mi voz, pero no es mi voz”, dijo Mario Marín cuando le cuestionaron sobre el audio escándalo en el que anunciaba que se echaría sus botellitas de coñac.
Valentín Meneses era el director de Comunicación Social y terminó por hundir más a su compadre, jefe y amigo, Mario Marín. Meneses por más que lo intentaba (aún con buenas intenciones) negó y negó la conversación y cuando lo quiso admitir en público resultó peor.
La crisis había estallado. Era una bola de nieve que fue imposible detener. No había mucho qué hacer.
A escena fue llamado Javier Sánchez Galicia quien, en ese momento, dirigía Sicom. La papa caliente se la aventaron a uno de los pioneros de la consultoría política en México. Había una premisa, el daño ya estaba hecho y ya era imposible limpiarlo o desaparecerlo.
¿Qué hizo el entonces nuevo director de Comunicación Social?
Hábilmente cambió ese festejo horrible y arcaico del llamado “día de la libertad de expresión” y convocó a un foro sobre la relación prensa y poder. Se llamó “Entremedios”. Participamos fotógrafos, editores, reporteros, columnistas, directores y algunos dueños de medios de comunicación locales.
Sin ningún tipo de censura.
No se pidió revisión a los textos que se expusieran y jamás se apagaron micrófonos. En lo personal me tocó compartir mesa con Celina Peña Guzmán (hoy en el gabinete del gobernador electo Alejandro Armenta); Magaly Herrera López, quien trabaja en Conahcyt; Martín Hernández Alcántara, reportero de la Jornada de Oriente y director del portal Quorum y mi querido Ricardo Morales Sánchez, actualmente director de Primera Plana.
Participaron todos, sin excepción.
Se editó y publicó una memoria, de la cual aún guardo un ejemplar y al final relajó la situación tensa entre Marín y la prensa local. No corrigió nada porque el daño ya estaba hecho, no cambió la percepción social en la capital poblana porque era imposible hacerlo, pero sí tranquilizó porque no hubo censura. Se abrió una época de diálogo con la prensa local.
A diferencia de otros directores de comunicación y jefes de prensa, con Sánchez Galicia sí hubo diálogo. Me consta. A veces hasta discusión, pero no confrontación.
Todo este preámbulo viene a colación porque el lunes pasado, el consultor Javier Sánchez Galicia presentó su libro “El arte de comunicar el gobierno”. Y, como citó el autor ese día en su presentación, “la campaña es poesía, pero gobernar es prosa”, aunque con una acotación, para algunos no es prosa, pues el resultado es prosaico, pero esa es otra historia.
Sánchez Galicia es un estratega que no juega al ajedrez, sino al juego japonés Go, el cual no es una competencia para “comerse” (por así decir) a las piezas del oponente, sino todo lo contrario, se trata de volverlas tuyas, que sean tus aliadas, que sean parte de tu tablero.
Ese es el arte de comunicar, el arte de la persuasión que no es manipulación ni maquillaje, se trata de lograr que el mensaje llegue para el mayor número de personas por un bien mayor (bienestar le dicen los de la 4T).
Sánchez Galicia es un estratega nato. Fue perseguido por el morenovallismo y ahora regresa a Puebla por la puerta grande. Ese tiempo le dio para estudiar más y profesionalizarse, para salirse de la grillita local y de los codazos por cobrar en la nómina oficial. Hoy está en otro nivel, el del estratega, ya no en el de pelear por un hueso.
No es ningún improvisado en la estrategia de comunicación, sino todo lo contrario. Ya tendremos que leer su libro y comentarlo, pero por lo dicho en su presentación está más que sustentado y justificado académicamente con las citas en APA correspondientes.