El panismo confirmó lo que ya sabemos desde hace tiempo: carece de credibilidad. El punto de inflexión fue la reciente aprobación a la reforma del Poder Judicial en el Senado. No es ninguna sorpresa que los integrantes de la familia Yunes sean unos verdaderos pillos, pues esa información la tenemos desde hace más de 30 años.
Diría el clásico: la culpa no la tiene el indio, sino quien ve sus películas.
Fueron los panistas quienes arroparon y protegieron a los Yunes desde el 2006, desde que Elba Esther Gordillo pactó con Vicente Fox y formaron parte de un entramado para evitar que Andrés Manuel López Obrador llegara a la Presidencia de la República en ese año (por cierto, en ese rejuego apareció Rafael Moreno Valle, el héroe de los panistas poblanos, ¡papá!).
Fueron los albiazules quienes en esta última elección determinaron otorgarles candidaturas tanto al Senado como a la gubernatura del estado de Veracruz. Fueron ellos quienes hicieron senador propietario y suplente al padre y al hijo (al espíritu santo, amén).
Por ello, ¿ahora con qué cara pedirán el voto en el 2027?
¿Con qué cara le dirán al electorado que son congruentes?
En este mundo al revés, el PRI resultó ser más coherente y eso que todos sabemos qué es el PRI. Vaya, hasta Néstor Camarillo aguantó todo y eso que estaba en el ojo del huracán.
En plena campaña, la panista Ana Teresa Aranda dijo que revisaría con lupa el trabajo de Camarillo, pero resultó que no, que la traición y la compra-venta vino desde su propio partido, de ese que siempre se maneja como puritano e impoluto.
Eso que ocurrió a nivel nacional no es nada lejano a lo que ocurre en Puebla, ¿cuántos de los candidatos a una candidatura pusieron como suplentes a sus hijos o a sus esposas?
A la mente me vienen dos casos: Humberto Aguilar Coronado, quien impuso a su hija como suplente o Eduardo Rivera Pérez, pues su esposa entró como diputada federal por la vía plurinominal. En ambos casos, antes de que salgan con que señalarlo es Violencia Política de Género, se aclara que fue falta de asepsia y se presta a suspicacias. No es que carezcan de capacidad, no sugerimos eso, sólo que no fue bien visto.
Es como si los panistas locales quisieran criticar a López Obrador porque su hijo, Andrés López Beltrán lo ve bien como próximo secretario general de Morena.
No nos desviemos, la traición de los Yunes es consecuencia de llenarse de impresentables en sus filas.
Y si tropicalizamos el tema, ahora que el panismo local busca renovar a su dirigencia estatal y después de ver cómo se comportan los seguidores y aplaudidores de Marko Cortés, ¿quién de los que buscan dirigir ese partido a nivel estatal está medianamente limpio y sin cola que le pisen?
Porque si mandan a expresidentes municipales a contender que aún no termina su revisión y aprobación de sus cuentas públicas o personajes descuidados o con denuncias penales les pueden aplicar fácilmente el “Yunes special”.
Si de por sí, la oposición ha desaparecido, quien dirija el panismo será de ornato. De hecho, ya lo son, solo que no se han dado cuenta.
Así que aguas que les pueden aplicar el “Yunes special”.