Se va. Después de más de 40 años de recibir a miles, tal vez millones de nuevos poblanos; de alojar en sus pasillos a personas que esperaban con el alma entre las manos el diagnóstico de algún familiar; de soportar la prepotencia de algunas secretarias y la paciencia de otras; después de ser trinchera de médicos y enfermeras en pos de sanar a media Puebla, hoy el Hospital de San Alejandro se va.
Sí, se va. Ya vinieron a despedirlo. Con una convocatoria tal vez improvisada pero nutrida y entusiasta. Decir que ahí estaba el personal que hasta el pasado martes laboraba ahí sería una tediosa obviedad; lo impresionante fue ver ahí a poblanos de toda clase: señoras que dejaron a la mitad su tratamiento, jubilados que deberán esperar aún más para ser atendidos; taxistas que eran complemento irremplazable de las ambulancias.
Desde el Bulevar Norte se escuchaba la gritería. Tanto, que hasta el RUTA tenía que bajar la velocidad y esperar a que le indicaran que podía pasar para no estorbar en la algarabía. Había globos, blancos y verdes, porras que proclamaban a “San Alex” por la premura de la sintaxis coral. Abrazos, risas y recuerdos que a partir de hoy iniciaban su largo camino a la inmortalidad.
El doctor Rogelio se limpia las lágrimas y se pregunta a dónde se fue el tiempo, cuál será el destino del lugar que lo recibió tras haberse titulado como cardiólogo. Ahora voltea y ve tanto corazón a flor de piel que ya no sabe por dónde empezar a dar atención. Las enfermeras se consuelan unas a otras con el mismo cariño y la entrega que lo hicieron para con los pacientes durante tanto tiempo. Resulta imposible contener la emoción.
Al fin llegan los mariachis. Como siempre, llegan entonando el Son de la Negra, pero pronto pasan a Las Golondrinas, Cruz de Olvido y La Barca de Oro. Son los últimos sonidos que escuchará el gigante. Ese mismo que soportó los embates de la Tierra como un galeón español aguantara las olas del Atlántico. Pero tuvo que ceder, ya no dio para más, ahora la terapia intensiva tendrá que recibirla él. Aún de pie, pareciera que también él hace honor a sus poblanos, y los esperará resignado, así como ellos esperaron en sus camas el bien más preciado de sus vidas: la salud. Hasta siempre, San Alejandro.