Este quizá fue el fin de semana más loco que ha tenido Puebla en los últimos tiempos. En el ojo del huracán, estaban los policías municipales que salieron a manifestarse y que pusieron a prueba al edil capitalino, José Chedraui Budib.
Al final, aunque todavía queda una reunión con su corporación policiaca, el presidente municipal poblano desactivó las protestas que fueron —sin menoscabo de las inconformidades— en algunos casos exaltadas por los opositores y adversarios de Chedraui.
Es decir, las quejas, las molestias y el enojo es real, todos lo vimos, pero justo fue aprovechado por muchos de sus adversarios para casi, casi decir, el sábado pasado por la noche, que ni un solo policía estaba patrullando su sector y que los delincuentes hacían fiesta. Se intentó generar pánico entre la población, pero Twitter (X) es sólo para el círculo rojo.
Insistimos, los policías sí estaban molestos, pero mientras algunos fueron a manifestarse en contra de sus superiores, otros siguieron trabajando. Los uniformados no actuaron irresponsablemente. No dejaron las calles botadas, al garete.
Fue una prueba de fuego.
Pepe Chedraui ganó tiempo en las negociaciones, primero con la renuncia (caída) de Gustavo Alonso González Zapata el tal “Sauce” (ya se habían tardado) y segundo con la promesa de un incremento salarial del ocho por ciento.
El lunes tres de marzo, todos los policías de la ciudad poblana deberán trabajar normalmente y, al final, esta partida la ganó Chedraui, obtuvo tiempo y evitó un colapso, que se rompiera la liga.
Tranquilizó mucho que asistiera personalmente a los funerales de los policías asesinados y que respaldara económicamente a las familias de estos.
Faltará ver qué ocurre el jueves con su secretario de Seguridad Pública, Fernando Rosales Solís, se va o se queda. Si es que se mantiene en el puesto, deberá mejorar a toda la corporación y la respuesta ciudadana, porque ahí está la espada de Damocles, pendiendo. Lo ocurrido el fin de semana no es para tomarse a la ligera, independientemente de la propaganda negra que existió.
Ahora bien, surgen preguntas: ¿esto que ocurre en la Policía Municipal es nuevo? ¿Los uniformados estaban contentos con el trato que recibieron de las anteriores administraciones, en concreto de Acción Nacional? ¿O es que el globo estaba tan inflado que le reventó a las autoridades actuales?
De un tiempo a la fecha, casi todos los presidentes municipales (independiente del partido que sean) su talón de Aquiles es la seguridad pública. Pocos son los que han salido ilesos y sin raspones. Ningún secretario de Seguridad en la Angelópolis sale limpio y aún menos si es que el gobernador en turno no apoya a su alcalde, como pasó cuando Rivera Vivanco gobernaba la ciudad y Miguel Barbosa el estado.
La ventaja de Chedraui es que el gobernador Armenta sí lo escucha. Y sí, se reúnen constantemente para tratar el tema de la seguridad; no obstante, el reto que se le viene al alcalde capitalino es cambiar la percepción de la inseguridad porque ya se dejó correr mucha pólvora sobre estos temas.