[su_heading]Marco Calderón [/su_heading]
La Casa de Alfeñique es uno de las construcciones más emblemáticas de toda la Puebla histórica. Está ubicada justo en la esquina de las calles 6 norte y 4 oriente, y debe su fama a una historia salpicada de leyenda que, como tantas otras, se ha contado de mil maneras.
Los hechos:
Fue terminada hacia 1790, tras haber sido concebida por el maestro herrero Juan Ignacio Morales. El constructor fue el arquitecto Antonio de Santamaría Incháurregui, quien dedicó varios años a fabricar los artesonados que semejan el dulce del que toma su nombre. Fue casa habitación hasta 1874, tras lo cual fue adquirida por don Alejandro Ruíz Olavarrieta, fundador del Monte de Piedad Vidal Ruíz, hasta 1896, cuando la cedió a la Beneficencia Pública del Estado. Finalmente, en 1926, se convirtió en el Museo Regional del Estado de Puebla, condición que sigue ostentando hasta el día de hoy.
La leyenda:
A fines del siglo XVIII, don Ignacio Morales llegó a la Nueva España buscando acrecentar su fortuna y con quién pasar los días del resto de su vida. La señorita Ana María de la Hidalga era una de las poblanas casaderas más codiciadas de su tiempo, y desde luego el sagaz don Ignacio no perdió un minuto para procurar su atención.
Caprichosa como casi todas las doncellas de sociedad, Ana María no escatimó en pedir los regalos más ostentosos a cuanto varón la pretendía. No contó con que don Ignacio tendría el dinero, la inventiva y la disposición para cumplirle la que parecía la más descabellada de sus peticiones: una casa hecha por completo de alfeñique. Este nombre tan raro era el de un dulce muy apetecido por aquella época, hecho de azúcar y almendras que asemejaba un turrón.
Don Ignacio se dio a la tarea de complacer a la joven Ana María, con lo cual se ganó el favor de la familia de la joven y el corazón de esta. Por muchos años fue la casa más ostentosa y mejor adornada de la Puebla de los Ángeles.