Eduardo Rivera Pérez ha perdido casi todo: el control de su partido, la confianza de los panistas y la lealtad de sus cercanos. La sacrosanta organización a la que pertenece —esa que durante décadas manipuló al PAN como si fuera su juguete doctrinario— ya no está interesada en mover los hilos como en los años ochenta o noventa. ¿Cuál será, entonces, su derrotero?
Rivera apostó a convertirse en el interlocutor del nuevo gobierno estatal. Pero ese papel ya lo asumieron Mario Riestra Piña y su secretaria general, Genoveva Huerta Villegas, quienes desde el arranque de la administración de Alejandro Armenta Mier se sentaron a dialogar sin intermediarios.
El exalcalde se imaginaba entre las carteras fuertes del CEN nacional, tejiendo alianzas rumbo al 2027 y 2030. Pero su líder nacional, Jorge Romero Herrera, dejó de confiar en él desde que quedó claro que su gestión municipal —y la de su sucesor, Adán Domínguez— fue un fracaso. La joya de la corona panista, la ciudad de Puebla, se perdió. Y con ella, la ilusión de Rivera de seguir siendo relevante.
Hoy apenas lo siguen 17 consejeros estatales. Ha perdido elecciones, credibilidad y liderazgo. Entre pasillos, se repite como mantra: «Lalo Rivera incumple los acuerdos, romperlos es su deporte favorito.»
Y mientras se avecina la disputa por el Comité Directivo Municipal del PAN en Puebla —donde Riestra ya alista a su ficha para la capital— Rivera ya no pinta en el tablero. Puede recorrer la entidad, sí, pero sin discurso opositor (porque nunca se confrontará con los gobiernos estatal ni federal) no hay razón alguna para seguirle la pista.
Su mejor época, aunque muchos no quieran admitirlo, fue durante los gobiernos de Mario Marín Torres y, más tarde, Miguel Barbosa Huerta. Rivera logró posicionarse como víctima del morenovallismo, y ese papel de perseguido político le funcionó… hasta que dejó de ser útil.
No hay que olvidar que él y el Yunque fueron pieza clave para que el PAN —y un buen número de empresarios— terminaran respaldando a Marín, incluso tras el escándalo de Lydia Cacho. Años después, Barbosa lo respaldaría sin pudor desde Casa Aguayo.
Desde 2024 corre el rumor de que Liliana Ortiz, su esposa, será la candidata yunquista a la alcaldía en 2027. Pero el problema es evidente: el grupo de Rivera carece de estructura electoral, dejó al PAN sin recursos, fracturado y confrontado. Para colmo, Ortiz no conecta con la base militante. La vez que se manifestaron contra ella, cinco personas con cartulinas casi le provocan un tramafac. Y eso que no eran ni Antorcha Campesina ni la 28 de Octubre bloqueándole la Juan de Palafox.
Lo que muchos aún no asimilan es que el PAN de los años dorados —la derecha ideológica, operativa y disciplinada— ya no es la misma. Ha cambiado de intereses, de actores, y hasta de pareja de baile. Hoy, no nos sorprenda hasta verla bailando de cachetito con Morena, como en su momento lo hizo con el PRI.
¿O se nos olvida qué gobernador priista inauguró la UPAEP?