«Necesito dejarlo aquí», dijo Simone Biles en las olimpiadas de Tokio 2021. La mejor gimnasta de todos los tiempos decidió poner su salud y su integridad en primer lugar, creando una nueva oleada en la reflexión sobre la importancia de la salud mental en todas las labores que hacemos.
Si una atleta olímpica, en un momento clave de su carrera fue capaz de decir: “¡Basta!”, esto nos abre las puertas a los demás a cuestionarnos si la forma en la que trabajamos es la correcta. Es una conversación que nos compete a todos; empresas, empleados, líderes y gobierno.
La enfermedad mental es un gran desafío, pero no una debilidad. Comprender nuestra psique puede ser la clave para dar rienda suelta a fortalezas increíbles, nos podemos hacer sensibles ante las necesidades del equipo o de nuestros clientes, podemos convertirnos en líderes más empáticos e inspiradores, podemos sentar las bases para formar equipos que realmente rindan al máximo, o simplemente aportar en la creación de una cultura en donde la dicha y la realización personal sean una posibilidad más cercana.
Cuando reconocemos la importancia de nuestra salud mental podemos convertirnos en personas más auténticas y, por lo tanto, más exitosas.
Sin embargo, en el trabajo, quienes padecen condiciones incluso leves de enfermedades mentales, a menudo lo esconden por temor a sufrir discriminación por parte de sus compañeros o peor, de los jefes.
Hablar sobre salud mental puede parecer complicado en el mejor de los casos y aterrador en el peor. Esto se convierte en un círculo vicioso: cuanto menos se habla de ello, más crece el estigma. Para romper este ciclo, debemos abordar el problema de manera proactiva, estratégica y reflexiva.
Por un lado, los líderes tienen la responsabilidad para con sus empleados de crear un entorno abierto, inclusivo y seguro que les permita trabajar con todo su ser. El bienestar de los empleados es importante para el éxito de cualquier empresa. Cuando una organización se vuelve proactiva en garantizar el bienestar físico y mental de sus empleados, puede conducir a un lugar de trabajo más saludable donde todos ganan.
El capital humano es el recurso más valioso de nuestra economía. Y aunque se ha hecho mucho para promover la diversidad, hay un gran vacío cuando se trata de comprender cómo el temperamento y los sentimientos influyen en la trayectoria del éxito.
A medida que reconocemos la compleja diversidad neurológica y emocional en todas sus formas, las empresas deben impulsar y sostener espacios seguros para la sana expresión de la amplia gama de emociones que experimentamos.
Según la OMS, un lugar de trabajo saludable puede describirse como “aquel en el que los trabajadores y líderes contribuyen activamente al entorno laboral promoviendo y protegiendo la salud, la seguridad y el bienestar de todos los empleados y sus familias.”
Las intervenciones positivas en salud mental en las empresas deben tener un enfoque de tres ejes:
- Proteger la salud mental reduciendo los factores de riesgo relacionados con el trabajo.
- Promover la salud mental desarrollando los aspectos positivos del trabajo y las fortalezas de los empleados.
- Abordar los problemas de salud mental independientemente de la causa.
Con información de El Economista