Ya que se presentaron denuncias por el colapso de la Avenida Juárez —una obra de casi 96 millones de pesos—, valdría la pena que la actual administración municipal ampliara la investigación hacia otra zona polémica: los alrededores de la UPAEP, específicamente entre la 11 Poniente y la 21 Sur.
A decir de los vecinos, además de que las obras quedaron de pésima calidad, el caos vial que provocaron en la 19 Sur es un verdadero viacrucis. “Es una obra que no sirve para nada”, comentó un habitante de la colonia Santiago que se comunicó con este tunde teclas. “Sólo pintaron y cerraron calles. El llamado corredor universitario tapó la circulación sólo porque el alcalde sustituto, Adán Domínguez Sánchez, quiso quedar bien con sus jefes ideológicos”.
Haz obra que algo sobra, parecía ser la máxima de ese trienio. Se presume que esa intervención costó alrededor de 40 millones de pesos, más los ya conocidos 96 millones para “embellecer” la Avenida Juárez, ubicada a apenas una calle. Y ya vimos lo que pasó: colapsó en menos de un año tras su reinauguración.
En total, estamos hablando de 136 millones de pesos tirados a la basura. Eso, sin importar las quejas y el malestar de vecinos y comerciantes de una de las zonas más emblemáticas de la ciudad.
El resultado es claro: el tráfico empeoró, las vialidades se cerraron para quedar bien con una universidad privada, y lo peor es que ese mismo grupo político, encabezado por Eduardo Rivera, pretende regresar al poder en 2027 como si nada hubiera ocurrido.
Hicieron mal su trabajo y ahora hay denuncias. Primero, por un boquete financiero millonario que le dejaron a José Chedraui Budib (se habla de casi 600 millones de pesos). Segundo, por el colapso en la Avenida Juárez.
No es casualidad que el PAN poblano esté hoy por los suelos.
El arte del malabar político
La política es, en ocasiones, como el circo: un espectáculo donde algunos juegan a ser funambulistas, tratando de quedar bien con todos. Con la derecha, con el centro, con la izquierda. Una hazaña complicada que, si no se domina, termina en desastre.
Tal vez eso explique la actual crisis del panismo poblano, cuyo papel como oposición es, siendo generosos, raquítico.
Desde que Miguel Barbosa Huerta asumió la gubernatura, el grupo de Eduardo Rivera —que se quedó con el control del PAN en 2021 tras la salida de Genoveva Huerta— jamás se atrevió a cuestionarlo. Al contrario, se agacharon.
Luego llegó Mario Riestra, pero trascendió que hubo un pacto con el gobierno estatal. Un pacto que rompió cuando Susana Riestra criticó la nueva Ley de Ciberseguridad, que este jueves llegará al pleno del Congreso para su modificación.
Así, Riestra faltó a su palabra. Jugó a ser opositor cuando el guion ya estaba escrito. Ahora tendrá que balancearse como un equilibrista en una cuerda floja. En el PAN, parece que romper la palabra dada es casi tradición: no lo hizo El Yunque con Eduardo Rivera, y ahora un morenovallista finge ser crítico.
Un partido envejecido, sin narrativa
El panismo poblano vive una crisis profunda. No conecta con los jóvenes, no emociona, no incomoda. Su base, si aún existe, está en personas mayores de 45 años que mantienen una esperanza encendida para 2027. Creen que el desgaste de Morena podría abrirles una puerta de regreso. Pero si ese regreso está cimentado en obras inútiles, deudas millonarias y funambulistas políticos, lo más probable es que esa puerta se mantenga cerrada.