Quitemos grillas, especulaciones, rumores y radio pasillo: el hecho concreto es que la rectora de la BUAP, Lilia Cedillo Ramírez, ha llevado a buen puerto a la universidad más importante de Puebla.
Hagamos memoria: la BUAP venía de un mal momento. El entonces gobernador Miguel Barbosa Huerta había acusado públicamente al rector Alfonso Esparza Ortiz de desvío de recursos públicos y por un escándalo generado por el equipo de futbol universitario.
Poco después, asesinaron a estudiantes en Huejotzingo, lo que encendió la indignación, no sólo en la comunidad universitaria, sino también en instituciones privadas de educación superior.
Los jóvenes salieron a las calles. Más de 50 mil estudiantes se plantaron frente al gobierno estatal. Al frente de la marcha, Esparza caminaba junto al Consorcio Universitario: UPAEP, UDLAP, Ibero Puebla y Madero.
Aquel episodio hirió la relación entre el gobierno y la universidad. La tensión se podía cortar con un bisturí.
Y entonces llegó Lilia Cedillo Ramírez, con la serenidad de quien no necesita gritar para ser escuchada. Su candidatura nació del aula, no de las grillas de escritorio. No era una burócrata disfrazada de académica, como muchos de sus antecesores, sino una científica que conocía los pasillos, los laboratorios, las aulas, los patios, el pulso real de la universidad.
Barbosa encontró en ella un tono distinto: menos confrontativo, más humano. La paz regresó a Ciudad Universitaria. Y con la llegada de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, esa estabilidad se consolidó.
Bajo su gestión, la BUAP inauguró el CU2 en Valsequillo —quizá su obra cumbre— y el Centro de Simulación Matilde Montoya Lafragua, orgullo de la educación médica poblana (no es un cebollazo, son una joya sus instalaciones).
A inicios de este año, la calma se puso a prueba. Grupos internos y externos —como Antorcha Campesina— aprovecharon una legítima protesta en el área de la salud para tomar las instalaciones.
La rectora, con temple de hierro envuelto en voz suave, eligió no caer en provocaciones. Identificó a los traidores, no descalificó a los estudiantes, y con diálogo, logró que el paro se levantara. En tiempos de gritos digitales y linchamientos virtuales, Cedillo optó por la palabra. Resistió el fuego cruzado de TikTok, memes y cuentas anónimas en Twitter (nunca X) sin una sola represalia. Movió, con prudencia, lo que había que mover.
En su informe de labores y toma de protesta para un segundo periodo, Cedillo habló de autocrítica, de corregir, de fortalecer. Ha hecho cambios que han sido bien recibidos por propios y extraños.
Ganó legítimamente la elección, y con ella, la confianza de una comunidad que cree en su institución.
Más allá de rumores, intrigas o pasillos que murmuran, la realidad es clara: la BUAP tiene rumbo, tiene paz y tiene liderazgo.
Lilia Cedillo Ramírez quedará como lo que fue y sigue siendo: la calma después de la tormenta, logró conquistar a Miguel Barbosa, quien sabemos, no era ningún suavecito.