En San Pedro Cholula la grilla hierve. Versiones internas del ayuntamiento relatan que en Morena se libra una guerra de baja intensidad. De un lado está la diputada Nayeli Salvatori, quien sueña con gobernar la ciudad milenaria; del otro, la actual presidenta municipal Tonantzin Fernández, que busca reelegirse y no piensa dejar el paso libre.
Tonantzin sabe bien cómo juega “Nay” Salvatori: la tiene medida, monitoreada y fichada. Conoce sus movimientos, sus alianzas, sus amigos y, sobre todo, sus enemigos.
La pregunta es: ¿con qué capital político cuenta cada una rumbo al 2027?
Tonantzin Fernández ganó la elección de 2024 con una coalición insólita. Hasta los panistas cercanos a Eduardo Rivera —como Augusta Díaz de Rivera y la exalcaldesa Paola Angon— se alinearon con ella. La exdirigente del PAN lo reconoció públicamente durante una manifestación, al desconocer a su propia candidata, Roxana Luna. Angon, por su parte, lo admitió en una llamada telefónica filtrada a los medios.
Nay Salvatori, en cambio, juega con otra moneda: el ruido mediático. Su presencia como influencer y sus escándalos —autogenerados, según ella misma ha confesado— le han dado visibilidad y una base de simpatizantes sólida, aunque polarizada. Su estilo estridente y sus posturas que rozan la misoginia le han ganado rechazo, pero también fama. Y ella lo sabe: que hablen, aunque sea mal, pero que hablen.
Cuenta con respaldo en el Congreso local. Roberto Zatarain, Andrés Villegas y Graciela Palomares forman parte de su bloque. En un TikTok reciente, incluso los llamó “los mejores vestidos de la legislatura”, reafirmando su tono entre la ironía y la autopromoción.
Dentro de Morena, se comenta que tanto Nay Salvatori como sus aliados impulsaron al exsíndico Iván Cuatle Minutti, quien en su momento intentó desestabilizar la administración cholulteca.
Así están las cosas en San Pedro Cholula: divididas, tensas y con aroma a traición. Muy distinto a San Andrés Cholula, donde la presidenta Guadalupe Cuautli Torres no enfrenta competencia ni dentro del PAN ni fuera de él. Fue la única que logró conservar el poder para su partido, a pesar de tener todo el aparato en contra.
En Cuautlancingo, el alcalde Omar Muñoz tampoco parece tener nubarrones en el horizonte. Aunque el PAN intente reactivarse con Filomeno Sarmiento, Muñoz ha dado orden y rumbo a su municipio.
Donde el tablero se vuelve interesante es en Puebla capital. El alcalde José Chedraui Budib insiste en que “no son tiempos electorales” y ha pedido a los medios que dejen de preguntarle si buscará reelegirse. Pero todos saben que ningún político con capital lo desperdicia. Si los números lo favorecen, irá por otro periodo. A menos, claro, que deba pactar con quien tiene la última palabra.
Porque el juego de la sucesión en la capital merece bisturí, paciencia y lectura entre líneas: quien gane en 2027 tendrá boleto directo para el 2030. Solo necesitará una combinación casi imposible: el visto bueno de la presidenta Claudia Sheinbaum, el aval de su sucesor y —sobre todo— evitar el veto del actual gobernador, quien conservará ese derecho.

