Ser legislador de Morena o militante activo de Morena Puebla tiene sus ventajas. Muchas. Puedes fingir que haces mucho cuando, en realidad, no haces nada. Te tomas selfies —muchísimas—, repartes regalos a los niños en Navidad, entregas cobertores para este condenado frío y sigues tomándote selfies.
Eres una celebridad del reel, un prócer de la historia de Instagram y, por supuesto, un clásico de la selfie. Eso sí: no debates, no contrastas, no defiendes. Para eso está el gobernador. Faltaba más.
Hace como un mes, en una conferencia de prensa, Alejandro Armenta Mier decidió jalarles las orejas a los suyos. Porque, seamos francos, ha sido él —y prácticamente solo él— quien se ha atrevido a cuestionar al llamado cártel del despojo y al cártel de las concesiones: el CIS, Agua de Puebla, el Museo Barroco. También ha sido sarcástico con el estilo de gobernar de su antiguo adversario, Eduardo Rivera Pérez, y ha señalado los excesos del morenovallismo, esa etapa que hoy llaman neoliberal.
Ese día —lunes 17 de noviembre— incluso, alcanzó a cuestionar a la presidenta municipal panista de San Andrés Cholula, Guadalupe Cuautle Torres, en plena mañanera. Dos días antes, seguidores de otro panista Filomeno Sarmiento, exalcalde de Cuautlancingo, habían ido a infiltrar la marcha de la Gen Z para armar borlote en Casa Aguayo. Coincidencias, dirán algunos.
Mientras tanto, es probable que varios correligionarios guindas estuvieran resolviendo asuntos de alta prioridad: elegir el filtro correcto, encontrar el ángulo adecuado y verificar que la selfie no saliera movida. Aun así, reaccionaron: el presidente del Consejo Estatal de Morena, Andrés Villegas Mendoza; el representante electoral, Javier Bermúdez; y la dirigente estatal, Olga Romero Garci Crespo.
Todos cumplieron. Un ratito.
Nomás tantito.
Nomás la puntita, como buenos mexicanos.
La energía y la crítica duró poco. Incluso la presidenta de Morena prefirió invitar a comer a directores de medios a su propio restaurante. Las viandas, cómo no, cortesía del partidazo. Para eso sirven las prerrogativas: para ejercerlas. No se van a gastar solas, estuvo tan buena la comida que hay quien todavía la eructa.
Después, todo volvió a la normalidad: selfies, reels, más selfies. Regalos, selfies. Cobertores, selfies. Y un festival de selfies durante el informe del gobernador, no fuera a ser que alguien dudara que sí estuvieron ahí, firmes, con peinados de salón, puntuales y perfectamente integrados a… la selfie institucional.
Lo curioso es que, por primera vez en mucho tiempo, el PAN en el Congreso del Estado decidió hacer algo parecido a ser oposición. En el marco del informe, la diputada Celia Bonaga cuestionó la gestión estatal, criticó a la Fiscalía y hasta a la Comisión de Derechos Humanos. Y del otro lado, silencio total. Ni los diputados de Morena, ni la dirigencia, ni los aliados del PT y del Verde lograron articular siquiera un tímido: “no es así” o espetar el clásico “¡no cierto!” (SIC).
Eso sí, las selfies no faltaron.
Mientras tanto, la presidenta de Morena quizá anda afinando el menú en su restaurante: pizzas, pastas y una unidad partidista… ufff, al dente. A lo mejor nos sorprende y hasta cocina unas buenas encuestas, ya veremos.
A los diputados locales, federales, alcaldes y regidores se les olvida un detalle incómodo: en 2024 ganaron por efecto cascada. Por López Obrador, por Claudia Sheinbaum Pardo y por el trabajo territorial de Alejandro Armenta Mier, que amarró el Plan C en Puebla. No ganaron porque alguien cruzara la boleta pensando específicamente en ellos.
Traían la venia del hoy gobernador. Y sí, también ayudaron los programas sociales. Pero conviene no perder piso, pues a muchos de ellos, a la mayoría, la gente ni los ubica, ni los topa.

