Así, para resumir, podríamos decir que «Titane» se abre con la escena de una niña que viaja en coche con su padre. Pero enseguida, por los gestos y la expresión de la pequeña, vemos que algo no está bien, y ese algo no hará más que empeorar cuando ambos sufran un accidente automovilístico del que la niña sale particularmente malparada, con una placa de titanio insertada en el cráneo.
Años después, nos reencontramos con ella, Alexia, convertida en una suerte de go-gó del salón del automóvil tuneado, ahora encarnada por una titánica Agathe Rousselle –en su primer papel, y gran revelación del filme–, que derrocha sensualidad cuando se frota contra la chapa de los coches, pero con severas dificultades para relacionarse con humanos, ya sean hombres o mujeres.
Las consecuencias de todo esto, que pasan por matar al padre y de paso a una madre poco más que invisible, la llevarán a buscar, y contra todo pronóstico encontrar, un sucedáneo de amor paterno en la figura de un bombero (el veterano Vincent Lindon) que ha perdido a su hijo, desaparecido desde hace diez años.
Quizás les parezca que les hemos contado demasiado, pero “Titane”, que inicia a toda velocidad, es mucho más que todo esto, una carretera de curvas peligrosas, aunque con un emocionante clímax final. Julia Ducournau, la directora se muestra de acuerdo: “Titane tiene que vivirse como una experiencia. Cuando la escribí, muy pronto abandoné la idea de una estructura al uso, en actos, y la concebí de manera mucho más orgánica, para que nos precipitara en las tinieblas, y acabara elevándonos hacia algo más bello, sagrado, glorioso”. En esa persecución de las emociones no faltan escenas violentas, ese tipo de violencia muy cinematográfica, que resulta tan dolorosa como liberadora para el espectador.
Y es una violencia que tiene todo el sentido del mundo, si pensamos en ese algo de la primera escena, que se presta a diversas interpretaciones. Para la directora, no tiene nada que ver con el abuso, el incesto o la pedofilia, una lectura en la que, sin embargo, encajan todas las piezas del relato: “No eres el primero que me lo dice. Pero creo que no ha habido incesto, ni violación, al menos no la escribí, ni dirigí, desde ese punto de vista, aunque a posteriori entiendo que se pueda llegar a esa conclusión. Para mí solo es una mujer que sufre porque su padre la ignora completamente”.
No quería dar explicaciones psicológicas, simplemente quería mostrar una mujer que fuera capaz de una violencia extrema sin más, porque creo que todavía hoy en día cuesta aceptar un personaje femenino violento, y quería demostrar que no por ser mujer iba a ser menos imprevisible y destructiva que un hombre, ya que la violencia humana no solo forma parte del universo masculino”.
Quería mostrar una mujer que fuera capaz de una violencia extrema sin más, porque creo que todavía hoy en día cuesta aceptar un personaje femenino violento”, Julia Ducournau.
Estaríamos tentados de decir que “Titane” es transgénero, ya que Alexia se transforma en Adrien, pero Ducournau huye de las etiquetas: “No es una cuestión de transidentidad, ella no lo vive para nada así, solo lo hace para esconderse, sin ningún tipo de autocuestionamiento en ese sentido. Admito que, cuando escribo, me aplico a derribar sistemáticamente los estereotipos de género, porque me gusta que mis personajes aparezcan donde menos se les espera”.
La Palma de Oro para Titane es motivo de alborozo. Es importante que el más alto reconocimiento cinematográfico recaiga en un artefacto explosivo, para que el mundo del cine no se duerma en sus laureles.
Con información de La Vanguardia