Luis Miguel Barbosa es una falla en la mátrix. Así como lo lee. Una falla porque él era parte de la tan llevada y traída “mafia del poder”. Todos los inmuebles millonarios que adquirió con el paso de los años, los compró porque trabajó con gobernadores priistas y panistas, además, fue muy importante su paso por la presidencia del Senado de la República y su aportación para la defensa del Pacto por México, que le dejó más dividendos.
No es un ningún secreto a voces la historia del expriista y experredista: en 1998 llegó a dirigir el Comité Estatal del PRD poblano con el apoyo de la corriente del empleado de René Bejarano y Dolores Padierna en Puebla, Jorge Méndez Spínola.
Al poco tiempo, les da la espalda a los “bejaranos poblanos” y se apropia de toda la estructura perredista. Se presta al juego de Manuel Bartlett para llevar a Emilio Maurer a favorecer en la alcaldía a Mario Marín, pues la estrategia era dividir el voto y pulverizar a la oposición en esa contienda a fin de sacar a los panistas del municipio de Puebla.
¿Recuerdan cómo odiaba Bartlett a la derecha poblana? Traía una guerra mediática contra todo lo que oliera a Acción Nacional.
Barbosa, en esa época, desapareció el Consejo Estatal Perredista (nunca ha sido muy democrático que digamos) y se apropió de todas las candidaturas plurinominales. Poco después, y gracias a su destreza y su gran labor de convencimiento, se alió con los Chuchos y se fue a la Ciudad de México a operar con ellos. Del candidato de Morena podrán decir lo que sea, pero no cabe duda de que es muy brillante y perverso.
Antes de ser perredista y de conocer a Los Chuchos, cuenta la leyenda que participó con Susana Wuotto y Norberto Rivera Carrera, en ese tiempo obispo de la arquidiócesis de Tehuacán, en una Organización No Gubernamental (ONG) que sirvió para correr a todos los sacerdotes que se instruían en la Teología de la Liberación en el famoso Seresure (Seminario Regional del Sureste), una institución que fue semillero de sacerdotes de izquierda justo antes del levantamiento zapatista de 1994.
Es decir, si usted se pregunta si Luis Miguel Barbosa es de derecha, le diría que uno de sus principales impulsores fue el excardenal don Norberto Rivera. Y como diría aquel: lo que se ve no se juzga.
Pero regresemos a la historia del candidato a la gubernatura poblana por Morena: Luis Miguel -el nuestro, no el de la serie televisiva que fue ventaneado recientemente porque le peló la piña González Iñárritu-, se alió a Melquiades Morales y a Mario Marín Torres. En el caso del primero, mantuvo un perredismo tranquilo y sin aspavientos, en el caso del “precioso”, le cuento que su aliado era Javier López Zavala.
Por cierto, ¿quiere saber quién o quiénes eran los enlaces con Melquiades Morales? No se vaya a ir de espaldas, pero fue el grupo Finanzas; si nos vamos a los periódicos de la época recordaremos cómo se les dieron camionetas y apoyos tanto a diputados de la talla de Horacio Gaspar Lima como a la dirigencia estatal de ese partido [PRD].
Una vez que Rafael Moreno Valle buscó la gubernatura, Barbosa no fue nada tonto y fungió incluso como un enlace entre Chucho Ortega y Chucho Zambrano para ir en una alianza anti-PRI en el estado de Puebla. Barbosa le levantó la mano a Rafael Moreno Valle. Ambos, en ese momento, más que conocidos, grandes amigos, cómplices y casi compadres.
Luis Miguel Barbosa y Rafael Moreno Valle vivieron una luna de miel que culminó en 2016, cuando el morenovallismo le intentó quitar el control de casi 20 años en el partido del sol azteca. Barbosa no se dejó y humilló al grupo de Luis Maldonado Venegas. Empero, su salida del PRD poblano ya estaba cantada y las diferencias entre el exgobernador panista y el senador con licencia habían comenzado.
Vamos unos años antes, cuando era presidente del Senado y aún miembro distinguido de los Chuchos. Dicen, obvio no hay pruebas documentales, que un senador aliado a la presidencia de Enrique Peña Nieto ya sea del PRI o de oposición recibe alrededor de 600 mil pesos al mes libres de polvo y paja, ya listos para ser usados y sin reporte al SAT.
De ser cierta esa versión, ¿cuánto costará el líder del Senado, que además es de oposición, en los tiempos del Pacto por México? Échenle números. Durante esa época, tanto Moreno Valle como Luis Miguel Barbosa comían en el mismo plato.
Por ello, no es extraño que el candidato de Morena sea dueño de muchas propiedades valuadas en millones de pesos y que no las haya querido meter en su 3 de 3, porque pondría en evidencia muchas operaciones políticas que no le convienen a la mafia del poder a la cual sirvió.
Llevamos dos semanas en las que algunos medios locales se han dado vuelo con el tema de las propiedades, además de Enrique Doger, Maximiliano Cortázar y Michel Chaín, sin contar la publicación El Universal, que resultó ser el tiro de gracia, por ser de circulación nacional.
¿Luis Miguel Barbosa es un santo? No, solo es una falla en la mátrix. Una desprogramación que no ha sabido aprovechar lo que sabe para defenderse; ha preferido quedarse callado. La pregunta ante todo esto es ¿por qué?
Solo él y su conciencia lo saben.
La segunda incógnita es: ¿las acusaciones bajarán su nivel de aceptación?
La tercera es: ¿la estrategia será para generar asco entre los ciudadanos, bajo el argumento de que todos los políticos son iguales y así no vayan a votar?
Barbosa juega con el impulso que le da López Obrador. ¿Le alcanzará con eso para derrotar la estructura morenovallista? ¿Servirá la campaña en su contra o es una simple estrategia de los medios locales para incidir en el círculo rojo cuando la gente está más preocupada por la elección federal?
Preguntas que solo se responderán el día de la elección. Mientras tanto, hay que ver que Barbosa fue un error del sistema, por los siglos de los siglos, amén.
¿Qué dirá la mafia del poder de todo esto?