El maestro Helio Huesca Martínez ha vivido la música como pocos poblanos lo han hecho. Sus facetas de intérprete, compositor y gestor cultural lo han hecho parte indispensable de la vida sonora de la ciudad y el estado. Al decirle que lo considerábamos un Poblano Chingón, su respuesta no pudo ser más amable y espontánea. “La verdad, estoy muy sorprendido de que me digas que soy de esa estirpe. En nuestro país, caber en el gremio de esa palabra es algo inigualable”.
Al provenir de una familia de vena artística, tuvo contacto desde niño con diversas expresiones musicales que pronto se convirtieron en una vocación. “La música para mí siempre fue un motor, un estímulo desde pequeño. Jugaba con mis hermanos y eso me permitía descubrir sonidos nuevos. En la adolescencia me topé con el rock y poco a poco fui adentrándome más en él. Entré al Conservatorio y más adelante fundé con mis hermanos el Grupo Pueblos, con el cual llevamos el folclor a muchas partes del país y más allá de sus fronteras. Pero cada uno de nosotros estudiaba una carrera a la par de la música, en mi caso estudié la licenciatura en Psicología con una tesis en musicoterapia y más adelante una maestría y un doctorado en Letras en los que exploré la relación entre la canción popular y la literatura”.
Con todo ello, el camino no fue tan fácil como parecería, pues las objeciones paternas no estuvieron al margen de la vocación del joven Helio. “Mi papá me decía: “no te dediques a la música, porque vas a terminar tocando en Los Sapos”. Mucho tiempo después tuve un grupo que se llamó “Los Tristemente Célebres”, con los que tocaba en Los Sapos y le decía al público: “ya me lo decía mi padre, ‘vas a acabar tocando en Los Sapos y mira con qué gentuza’”, y desde luego la gente se reía mucho. Desde la secundaria sabía que me quería dedicar a esto, pero mi padre insistía con que tenía que estudiar y, ni modo, a darle a la prepa. Al terminar, yo pensé “ahora sí me voy a dedicar solo a la música”, y sin embargo entré a estudiar Psicología. Pero al final me di cuenta de que en todo el camino nunca abandoné la música, al contrario, fui integrándola a mi quehacer y de ese modo se hizo parte fundamental de mi vida”.
Su carrera se ha visto indisolublemente ligada a Puebla, de modo que no podemos irnos sin preguntarle qué ha sido esta ciudad para él. “Es mi cuna, mi casa. Soy un poblano que ha tenido también la vergüenza de que te digan “pipope” y cosas por el estilo. Todos estos apelativos y dichos peyorativos en algún momento sí te hacen querer chisparte de tu origen, pero hoy puedo decirte que me siento muy orgulloso de ser poblano”.
Además de su talento, su sencillez es parte característica de su persona, así que al preguntarle qué espera que la posteridad (Wikipedia, en nuestros días) diga de él, su respuesta es un homenaje al hombre que lo formó. “Nunca lo he pensado, pero me acerca mucho a lo que decía mi padre unas horas antes de morir: ‘si volviera a nacer, volvería a hacer lo mismo, porque fue muy divertido’. Intento que sea siempre así y espero transmitir eso a la gente. Finalmente de eso se trata: de hacer que lo que te gusta se vea reflejado en tu vida a través de las satisfacciones y los buenos resultados”.