En Europa existen decenas de pequeñas ciudades que resultan sumamente interesantes y que incluso, a través de ellas, puedes tener un acercamiento al país y conocerlo a fondo.
Cheb (República Checa)
No sabemos qué tiene la ciudad checa de Cheb que es poner un pie en su plaza medieval y ya te sientes atrapado por la belleza Bohemia (como la región a la que pertenece) y pintoresca de su arquitectura. Bueno, sí que lo sabemos, son sus ‘rascacielos’ del gótico tardío llamados Špalíček, un conjunto de casas comerciales en cuyos tejados se almacenaban las mercancías, y esas torres puntiagudas de la iglesia de San Nicolás que vigilan desde las alturas a la que es considerada como una de las ciudades más antiguas de República Checa.
Montreux (Suiza)
Érase una vez un castillo encantador (el de de Chillón) bañado por un lago (el de Lemán) rodeado de viñedos en bancales Patrimonio de la Humanidad… Así podría empezar cualquier relato referido a la pequeña ciudad suiza de Montreux, pero aún hay más: un festival de jazz de talla internacional, un hotel que con su peculiar toque Belle Époque y sus coloridos detalles amarillos cambió para siempre la estética del paseo lacustre y una historia ligada a importantísimos personajes como Freddie Mercury o Charles Chaplin, quien tiene un museo en la cercana localidad de Corsier-sur-Vevey.
Nantes (Francia)
Aun siendo una de las urbes más grandes del oeste de Francia, Nantes se presenta ante el viajero como una ciudad accesible y con mucha historia. Fue conquistada por los romanos. En la Edad Media creció al amparo de varios reinos –incluido el Imperio Carolingio– dentro de la comarca de Bretaña (aunque hoy pertenezca al departamento de Loira Atlántico). Y los vikingos decidieron quedarse durante alguno años –haciendo de las suyas– en una de las islas que se extienden entre la ribera norte y la ribera sur del río Loira.
Su cercanía con el océano (a escasos 50 kilómetros) hace que la cultura marinera esté muy presente en su idiosincrasia: lo entenderás en cuanto descubras su tradición conservera; también cuando pruebes sus pescados, bien regados en Beurre Blanc (mantequilla blanca). No hay que perderse la catedral de San Pedro y San Pablo, la Place Royale y el castillo de los Duques de Bretaña, reconvertido en el Museo de Historia de Nantes.
Mittenwald (Alemania)
Si las ciudades tuviesen banda sonora, Mittenwald sonaría a violín, ya que es uno de los centros de fabricación de instrumentos de cuerda más importantes de Alemania. De hecho, desde que Matthias Klotz trajese este arte a la región en el siglo XVII, muchos son los maestros artesanos que se han instalado en esta ciudad bávara situada a unos 100 kilómetros de Múnich y conocida como el ‘Pueblo de los mil violines’. Otro importante reclamo son los frescos de las fachadas de su agradable Altstadt (casco antiguo) que relatan tanto la historia de la localidad como la profesión a la que se dedicaba el dueño de la casa.
Pula (Croacia)
Pula es una de esas ciudades joya que no querríamos nunca sacar del joyero por si se pierde (o se echa a perder). Pocos saben que esta localidad croata, situada en el extremo sur de la península de Istria, esconde un asombroso anfiteatro del siglo I (considerado por muchos el mejor conservado del mundo), así como otros restos romanos, como el Templo de Augusto y el Arco de los Sergii. Lo que ha dado pie a una osada comparación: Pula es a Croacia lo que Roma es a Italia. No te pierdas el mosaico titulado el Castigo de Dirce que apareció en los restos de casas romanas que un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial destapó junto a la Capilla de Santa María Formosa.
Nicosia (Chipre)
En esta isla dual (o dividida, sin caer en eufemismos) los conflictos son cada vez son menos frecuentes entre la República de Chipre, la zona grecochipriota al sur, y la zona de influencia turca, en el norte (vamos a obviar esa franja de ‘tierra de nadie’ vigilada por las Naciones Unidas que las separa). Por ello es un buen momento para visitar su capital: Nicosia. Empieza por su casco histórico del siglo XVI (encerrado dentro de las murallas), donde se encuentra la impresionante colección arqueológica del Museo de Chipre, y termina por su Nicosia Municipal Arts, una galería de arte contemporáneo que ocupa una antigua central eléctrica.
Con información de Traveler.es