Es algo que puedes percibir en los jóvenes cuando están cursando la universidad, se vuelven un poco soberbios, consideran que la mayoría de las personas que están a su alrededor son ignorantes o están rezagadas. Juzgan desde su privilegio, y solo su opinión cuenta. Incluso, llegan a minimizar a sus padres, sin embargo siguen dependiendo de ellos.
No generalizamos, algunos otros estudiantes o profesionistas, sí llegan a tener una educación integral, donde el conocimiento intelectual va de la mano con el crecimiento humano y emocional.
Ser el mejor en la materia atrae, seduce, inspira. Tener los conocimientos que solo se adquieren con una especialidad significa aspirar a un buen puesto, ganar dinero, gozar del reconocimiento. Ser un crack, hoy, ayuda a poner las bases para un futuro próspero. Pero, todo eso, no necesariamente se requiere para trascender.
La regla del mundo actual es especializarse, ultra especializarse, si es que se desea ganar buen dinero. Las escuelas de negocios y los gurús que presumen tener claro el futuro de la economía sostienen que para enfrentar los desafíos se necesita de un cúmulo de conocimientos muy específicos y precisos.
Si sabes lo que pocos saben, si tienes una especialidad como pocos para resolver una necesidad del mercado, enhorabuena, tienes muchas posibilidades de que el éxito profesional y el dinero estén contigo. Pero eso no significa que te conviertas en el mejor ejemplo que la humanidad necesita.
McKinsey Global Institute realizó un estudio llamado “Defining the skill citizens will need in the future world of work”, en el que consigna que las habilidades tecnológicas y cognitivas superiores (motivación, imaginación, creatividad, entre otras) serán muy demandadas. Sin embargo, detectó algo que llama la atención: a mayor nivel educativo, menores grados de empatía y humildad.
Qué maravilla ser alguien que puede estar muy bien cotizado en el mercado, gracias a sus valores añadidos, pero de qué sirve si no se tiene la actitud para ser un buen ciudadano, una buena persona.
El conocimiento de cualquier ciencia dura, para tener dimensión, requiere el conocimiento de las humanidades. Ser un crack puede significar mucho, pero qué mejor si es un mejor ser humano. Nos han dicho que los robots vendrán a desplazarnos, pero valdría la pena reflexionar sobre la madera con la que se están formando los futuros profesionales. Quizá, eso nos llevaría a bastantes revoluciones, a cambiar muchas cosas, a revisar los modelos educativos. Pero seguro tendríamos una mejor versión de nuestras sociedades.
En este momento, al interior de varias universidades hay un continuo planteamiento ante los grandes temas de la humanidad. Lo que no hay es la capacidad de escucha del poder del Estado. ¿Dónde está la capacidad de los gobiernos para escuchar a los universitarios y generar espacios de reflexión? Hay un enorme dogmatismo en el poder, que no está dispuesto a discutir. Sus planteamientos los asume como dogmas, como verdades evidentes. Lamentable. En las universidades debe darse la pluralidad y el pensamiento crítico.
Con información de Expansión