Por Marco Antonio Martínez
El pasado 10 de agosto se celebró la fiesta del Santo Niño Cieguito, que se encuentra en custodia de las monjas Capuchinas en la ciudad de Puebla y cuyo templo y convento se localiza en la calle 16 de Septiembre Nos. 902 y 904.
Cada año van muchos creyentes al Niño Dios con la peculiaridad que a muchos sorprende de estar llorando lágrimas de sangre. Esta imagen del siglo XVIII está envuelta en una leyenda que, como suele suceder en estos casos, tiene varias versiones. Aunque la que más se acerca a la realidad es la de un ladrón que termina profanando la imagen del Niño Jesús.
Según se cuenta, esta leyenda ocurrió el 10 de agosto de 1744 en el convento de la Merced de la ciudad de Valladolid, lo que hoy es Morelia, en el estado de Michoacán.
Según se cuenta, un indígena encontró la imagen y la llevó de regreso al templo, donde fue recibido con gran tristeza y arrepentimiento por la manera en que había sido profanado. El padre fray José Miguel Durán de la Huerta O.M., superior del convento, decidió enviar la imagen a las capuchinas de Puebla, explicándole a la abadesa, Sor María Manuela Josefa lo que había sucedido con ella y pidiéndole que fuera resguardado en su convento para que se le hicieran homenajes de expiación y desagravio.
La imagen fue recibida en la Puebla de entonces con una misa solemne y las capuchinas se encargaron de su custodia hasta la actualidad. Todo el año permanece resguardado en el convento, sólo lo sacan en su festividad que se celebra cada 10 de agosto y se le puede ver en el claustro, único día permitida la entrada al público en general.
La imagen es ataviada con los símbolos de la pasión, una corona de espinas, los clavos, una cruz y en una de sus manos lleva una bandeja con dos ojos, recordando su profanación.
La tradición ha propiciado que sea considerado patrono de los ciegos y los enfermos visuales.
De acuerdo al capellán del templo, José Miguel Alarcón, cuenta que fue robado el Niño porque sus ojos eran de esmeralda y por supuesto el ladrón era sacrílego y lastimó la imagen con un punzón para arrancarle los ojos y el milagro es que lloró y le salieron lágrimas de sangre. El padre mercedario de aquel templo tenía una hermana en la congregación de las monjas capuchinas quien era restauradora de obras de arte por lo que decidió enviársela, pero ella decide no restaurarla y desde ese momento la imagen se queda en la Puebla. Al inicio no tenía gran devoción porque antes existía la clausura de las monjas.
Reseña histórica
Según la información que tienen las monjas Capuchinas de la ciudad de Puebla, el Santo Niño Cieguito, en efecto, comenzó el día 10 de agosto de 1744, en la ciudad de Valladolid. En la mañana de dicho día y año se celebró la festividad del Mártir San Lorenzo, en el Convento de la Merced de la ciudad que hoy conocemos como Morelia. Durante la tarde y parte de la noche, el cielo se había cubierto de densos nubarrones, relámpagos y truenos se escuchaban, era tal la tempestad que pareciera que presagiaba un terrible acontecimiento.
Un hombre se había escondido en el recinto sagrado. El ruido que hizo al estar profanando varios objetos litúrgicos, despertó a un religioso mercedario, cuya celda estaba a la Sacristía del Convento, quien pudo advertir lo que en ese momento estaba ocurriendo.
Pero el profanador no contento con lo que había hecho, también hurtó la Imagen del Niño Dios que estaba en los brazos de la Santísima Virgen, como él mismo lo declaró dos días después, luego de haber sido aprehendido, en una relación cuya acta se guarda en el archivo del Convento de las madres Capuchinas de Puebla.
Así consta que dos días después de haber consumado tan inusitado suceso, el ladrón al ser arrestado, confesó que había quitado de las manos de la Santísima Virgen, la imagen del Divino Niño.
Al salir de la ciudad, le arrancó las manos y los pies y al escucharlo y verlo llorar tiernamente cuando iba rumbo al cerro, aumentó su furor y le quitó el “agudo punzón que servía para sustentar al Niño en los brazos de la Virgen María”, y con él le arrancó con inaudita atrocidad los ojos de la Imagen del Santo Niño y no satisfecho aún le dio 33 puñaladas.
Sin embargo con esto no terminó su rabia al darse cuenta de que todavía sin los ojos el Divino Niño que ahora estaba ya Cieguito, seguía llorando, no pudo más y trato de aniquilarlo. Terminada su maligna obra, abandonó al Santo Niño en la cima del Cerro Punjuato, entre dos piedras cubiertas con punzantes breñales que lo ocultaban.
La carta
Los padres Mercedarios del Convento de Nuestra Señora de la Merced enviaron la Imagen profanada del Niño Cieguito al Convento de Capuchinas Pobres del Señor San Joaquín y Señora Santa Ana de la ciudad de Puebla, para que en él recibiera constantemente un homenaje de amor y expiación. Así consta por una carta, conservada en el archivo de las Religiosas Capuchinas de Puebla, que envió desde Morelia, Fray José Miguel Durán de Huerta a Sor María Manuela Josefa, quien era su hermana y formaba parte de la Comunidad de Madres Capuchinas de la Puebla de los Ángeles.
Existen cuatro imágenes
La original se conserva bajo resguardo en el recinto del Convento de las Capuchinas. Al lado derecho de la entrada del Convento, cerca del torno hay una pintura del Niño Cieguito muy venerada por los fieles. Una reproducción en escultura es la que se venera en el Templo anexo al Convento, y finalmente hay otra que recibe culto en el Templo de Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de Puebla.