El pretexto para convivir con amigos o para gozar de una buena tarde o velada es realizar una reunión de “queso, pan y vino”, donde lo ideal es saber cómo unir el ingrediente lácteo con la bebida y que cause placer en el paladar.
Para muchos puede ser una tarea sencilla porque se piensa que un buen vino tinto armonizará de maravilla con cualquier queso. Nada más equivocado.
Es por ello que el experto en quesos Olivier Bert, de Sabor y Carácter, y Ángel Rivas se dieron a la tarea de elegir cinco populares quesos para encontrar su mejor par en el mundo del vino, pon atención.
Van 5 propuestas de quesos
CAMEMBERT
Es un queso con corteza de moho blanco que cuando está más maduro adopta aromas sutiles a amoniaco, pero no en un contexto malo.
La sugerencia de vino sería un tinto de Burdeos (Francia) o California (Estados Unidos) que tenga potencia, algo de barrica y cierto cuerpo.
BRIE
Es bastante similar al camembert aunque por su tamaño de 3 kilos tiene una maduración más lenta y por ello se conserva más fresco y con notas más lácteas.
Aquí el tipo de vino puede ser un Viognier francés o incluso de otro origen, así como un tinto del Ródano que resulta más suave.
COMTÉ
Se puede elaborar con leche de verano que lo hace más floral o con leche de invierno que da notas a paja, pero de forma genérica sobresale su nota a avellana y que al envejecer concentra más su sabor.
La recomendación puede ser un vino de paja de la región gala de Jura por su ligero dulzor y concentración de sabores, aunque también un fresco y frutal Beaujolais Villages puede enfatizar la expresión del queso.
EMMENTAL
El clásico queso con agujeros producto de la fermentación y que se confunde con el gruyere. Proviene de una pieza de gran tamaño que no se añeja en exceso y que guarda notas ligeramente picantes, especiadas e intensas.
Un blanco alsaciano de la variedad Gewürztraminer por sus notas complejas e intensas podría combinar con este queso, pero la opción de Pinot Noir de esta misma región puede resultar aconsejable.
FOURME D’AMBERT
Un queso azul de notas de intensidad media donde las bacterias inoculadas además de darle cremosidad y un color distintivo, hacen que sobresalga la salinidad, un toque animal, un gusto profundo y permanencia larga en el paladar.
Aquí los vinos dulces como un Ice wine canadiense o incluso un Tokaj húngaro harán un maridaje contrastante pero que suele ser el preferido de los amantes del queso.
Con información de Gastrolab