Por Carlos R. Peregrina
“I don´t know where I´m going from here, but I promise it won´t be boring”
David Bowie
Hace tres años, David Bowie celebraba su cumpleaños número 69 lanzando el que sería su último disco; dos días después y de manera sorpresiva, los medios de comunicación y las redes sociales se inundaron con la noticia de que el rey camaleón había muerto. Parecía difícil de creer, pero no cabía la menor duda de que el hombre que había comenzado una prolífica y extravagante carrera musical a mediados de los años sesenta finalmente nos dejaba: afligidos, consternados y en shock al desaparecer fugazmente de esta tierra como muchos de los personajes que creó a lo largo de su trayectoria artística.
Fue desde este momento que Blackstar, su vigésimo quinto álbum de estudio se convirtió en el testamento de un hombre que desde hacía varios meses sufría de cáncer y sabía que iba a morir. Adelantado a los acontecimientos inevitables de esta vida, construyó una pieza de despedida para todos sus seguidores, dejando a través de su música, lírica y gráfica pequeñas pistas de un adiós anunciado que nos hacía partícipes de sus deseos y logros conseguidos a lo largo de una vida creativa sumamente prolífica.
Hablar de David Bowie obliga forzosamente a recordar que este individuo delgado y de pupila dilatada no sólo era un gran cantante sino un excelente actor, artista, diseñador, compositor, músico y productor, que a lo largo de su vida representó distintas facetas donde más que un ser humano parecía indudablemente alguien venido de otro planeta, buscando encontrarse en el nuestro a través de la experimentación constante.
Sus alter ego, como Ziggy Stardust, Aladdin Sane, Major Tom, The Thin White Duke o Jareth, el Rey Goblin, eran las representaciones de ese extraterrestre que por igual exponía mensajes de advertencia futurista y ahondaba en las filosofías más profundas del mundo; tal como su personaje en la película «El hombre que calló en la tierra», Bowie era el ente que parecía saber más de lo que realmente aparentaba, llegó como polvo de estrellas y se impregnó en nosotros de forma radical, dejando un legado influyente que transformó la manera en la que se escuchaba y se componía rock, impulsando nuevas modas y transformando para siempre los parámetros sobre la sexualidad.
Gran parte de los personajes más sobresalientes de la cultura pop de finales del siglo XX le deben su éxito a la influencia del famoso Starman, su teatralidad y exposición creativa llenó los huecos de las escenas artísticas que competían por ser diferentes, pero siempre se quedaba estancadas; sin embargo, Bowie siempre fue un paso adelante, se transformaba y resurgía con nuevas propuestas. Era completamente camaleónico sin ser del todo excéntrico, tomó el papel que muchos quisiéramos tener y lo exponía sin temor, vivía con sus personajes para conceptualizar sus pensamientos y establecer una declaración que cambiaba de acuerdo a los acontecimientos sociales y personales que afrontó en las más de seis décadas que vivió en la tierra.
Su ingenio y filosofía fue compartido con otros músicos como Robert Fripp, Pete Townshend, Freedie Mercury, Nile Rodgers, Tina Turner, Trent Reznor e Iggy Pop, formando una sinergia que lo llevó por el camino de distintos géneros musicales que posteriormente fueron la base para experiencias auditivas como el punk, el dark wave, el new wave y hasta la escena oscura del rock gótico.
La singular figura de este pálido pero memorable personaje tocó otros territorios como el cine, siempre siendo diferente dentro de lo diferente, un vampiro que envejece, un rey de las marionetas, un extraño agente federal que viaja entre dimensiones o incluso la personificación de Nikola Tesla. Su participación con directores y actores fue igual de interesante y compleja como lo fue su vida, asumiendo roles que se convertían en una extensión de ese ser alienígena que trataba de hallar un lugar entre nosotros.
Bowie siempre supo que sus días en este planeta estaban contados, de ahí su constante búsqueda por ser escuchado y dejar una huella muy especial entre nosotros, recordándonos que siempre se puede ser tan extraordinario como las relucientes estrellas que vemos en el firmamento.
Nunca sabremos si aquel 10 de enero de 2016 partió de esta tierra para regresar al oscuro espacio del que tanto hablaba o simplemente logró encontrar su verdadera humanidad a través de la muerte.