Para Ryūsuke Hamaguchi el coche es algo sagrado. El cineasta lo describe como un lugar en el que se dan «conversaciones íntimas que solo nacen en ese espacio cerrado y en movimiento». Y es en ese cubículo donde se pueden descubrir «aspectos de nosotros mismos que nunca hemos mostrado a nadie o pensamientos a los que no podíamos poner palabras». El vehículo se transforma, por unos instantes, en una herramienta para luchar contra la incomunicación. Y por eso Drive My Car es un viaje fascinante.
Con solo 43 años, Hamaguchi se ha convertido en uno de los cineastas de autor más destacados de la última temporada. Consiguió el Gran premio del jurado en la Berlinale 2021 por «La rueda de la fortuna y de la fantasía» y ahora, su siguiente película, está en el radar de casi todos los críticos y académicos.
Drive My Car causó furor en Cannes, en el cual no se hizo con la Palma de oro pero sí con el galardón a Mejor guion. Donde sí se espera que consiga alguna estatuilla es en la próxima gala de los Oscar. No obstante, teniendo en cuenta el precedente de Parásitos, no sería la primera vez que el cine asiático se convierte en protagonista de la gala de Hollywood.
En esta ocasión la historia está basada en un relato de Haruki Murakami incluído en la novela Hombres sin mujeres. El texto, de apenas 40 páginas, ha sido convertido en una adaptación cinematográfica cocinada a fuego lento de tres horas de duración.
¿De qué trata?
El primer acto presenta a Kafuku (Hidetoshi Nishijima) y Oto (Reika Kirishima), un matrimonio con una vinculación especial más allá de la relación. Él es actor y director teatral con fama internacional, mientras que ella se encarga de elaborar los guiones que precisamente le lanzan al éxito. Las ideas de estas historias surgen en un momento muy concreto: mientras mantienen relaciones sexuales.
Un imprevisto fatídico cambia la relación. Dos años después de aquel evento, Kafuku pasa a trabajar en un festival de teatro en Hiroshima, el inconveniente es que, por norma de los organizadores, el dramaturgo tiene que contar con un chófer personal que le traslade diariamente. Es así como conoce a Misaki (Toko Miura) que, a pesar de las reticencias iniciales, acaba tomando de forma regular el volante de su Saab color rojo.
La relación entre ambos evoluciona lentamente a medida que avanzan sus largos recorridos por Hiroshima, unas veces intercambiando anécdotas banales y otras compartiendo sentimientos nacidos de lo más hondo de sí mismos.
Es en estos trayectos donde se abordan temas tan interesantes como la monogamia y el sentimiento de propiedad en una relación amorosa. El porqué parece incompatible querer compartir la vida con alguien con tener otras relaciones sexuales. O por qué a veces el dolor de la pérdida a veces es egoísta, ya que responde a la búsqueda de una catarsis personal por alguien que se niega a aceptar el pasado.
La película a su vez toma la obra teatral como recurso para confundir al espectador. Los diálogos recitados de la función en ocasiones se confunden con los del guion del filme, dando lugar a una metaficción dentro de la misma narrativa.
En Drive My Car no existe una catarsis para el espectador. No hay una gran conclusión que solucione todos los conflictos planteados, como acostumbramos a ver en otros filmes con la clásica estructura del viaje del héroe.
Con informacion de El Diario