Este majestuoso edificio ubicado en el corazón de la Ciudad de México ha servido como escenario de infinidad de selfies, pero la mayoría de los visitantes no pasan a conocerlo, tal vez por falta de tiempo o por su intimidante lujo. Te sugerimos tomarte unas horas para entrar a disfrutar los distintos eventos culturales que se organizan todos los días en el recinto y de paso, maravillarte con su interior.
El Palacio de Bellas Artes fue considerado durante varios años como “la tumba de millones de pesos arrancados a la Nación”, porque no se lograba terminar su edificación, ahora el Palacio de Bellas Artes a sus 81 años es considerado la máxima casa de la cultura en México. Tardó 30 años su construcción, desde que se puso la primera piedra el 1 de octubre de 1904, hasta el 10 de marzo de 1934, cuando se dieron por terminadas las obras. Durante todo este tiempo fue testigo de importantes eventos en la historia de nuestro país.
Testigo de cambios radicales en México
En 1904 Porfirio Díaz encargó su edificación, la cual estaba planeada para ser concluida en 1910 y así formar parte de las obras con las que se celebraría el centenario de la Independencia. En todo el edificio y particularmente en su fachada, se refleja el gusto del expresidente por los lujos y la decoración ostentosa inspirada en la arquitectura europea.
El proyecto se originó para restaurar el antiguo Teatro Nacional, antes Teatro Santa Anna, y que se encomendó al arquitecto italiano Adamo Boari, autor también del Palacio de Correos, ubicado justo en frente. Boari estimó el costo del edificio al compararlo con teatros como los de Dresde, Budapest y Frankfurt.
Construido con materiales finos y únicos
El mármol del basamento proviene de Tenayo, Morelos y las canteras de Buena Vista, Guerrero, en los que se invirtieron más de 800 mil pesos de aquél entonces.
Las columnas pilastras, balcones y demás ornamentos de mármol blanco de Carrara, que costaron 1 millón 200 mil pesos. Las esculturas y detalles en mármol y cobre de la fachada e interiores fueron encomendadas a escultores como Leonardo Bistolfi, Gianetti Fiorenzo, Geza Maroti y Agustín Querol.
El icónico telón de cristal, que pesa 22 toneladas, fue realizado en quince meses por los Tiffany Studios de Nueva York, y costó tan sólo 95 mil pesos de aquella época.
En su interior hay obras de David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco.
De 1913 a 1932 se interrumpe la obra
Varias veces se intentó continuar la obra, pero puede decirse que en este largo periodo postrevolucionario sólo se atendiera la conservación de lo construido.
En 1919 el entonces presidente Venustiano Carranza propuso reanudar los trabajos, dirigidos por el arquitecto Antonio Muñoz G, con el fin de que la sala de espectáculos pudiera utilizarse el año siguiente, en que el mandatario murió y se tuvieron que interrumpir de nuevo.
Casi una década más tarde, a petición de Eduardo Hay, subdirector de Comunicaciones y obras públicas, se abrió una convocatoria para dar fin a las obras, “sobre la base de abandonar todo propósito de lujo”.
Entonces se dedicaron a adecuar el exterior que estaba casi terminado, con lo que se arreglaron los jardines, se pavimentó la terraza del pórtico con losas de mármol y de granito noruego que se tomaron de las obras del Palacio Legislativo, mientras que al interior se acondicionaron los palcos de la sala de espectáculos.
Se concreta un sueño
La última fase se ubica entre 1932 y 1934, cuando adquiere el nombre de Palacio de Bellas Artes, para ser un espacio incluyente que abarcara todas las disciplinas artísticas, como el arte popular y la literatura.
Se propuso que el Palacio de Bellas Artes se integrara por el Teatro Nacional, hoy la Sala Principal, un Museo de Artes Plásticas, una sala de conferencias, una sala de exposiciones temporales, el Museo del Libro y Biblioteca, el Museo de Artes Populares y un restaurante. Durante esta época se adquirieron varias obras en Londres, entre las que se encuentran Adán y Eva de Lucas Cranach el viejo, y San Simón de Velázquez.
La inversión en estos años fue de 6 millones 501 mil 868 pesos, con lo que se adquirió el mobiliario, el servicio telefónico y el material de construcción necesario, entre otros.
El Palacio de Bellas Artes fue inaugurado el 29 de septiembre de 1934 por el entonces presidente Abelardo L. Rodríguez. Esa noche se presentó “La verdad sospechosa” de Juan Ruiz de Alarcón, interpretada por la compañía de María Tereza Montoya.
Fotos: Cortesía.