El grupo irlandés sobrevive aferrado a sus viejas glorias, poco capaz de generar nueva música que conmueva no solo a las nuevas generaciones, sino a sus viejos seguidores. Pero no siempre fue así. Hace 30 años, cuando apareció Achtung Baby, U2 se aprestaba a encumbrarse como la banda de rock más popular y exitosa sobre el planeta.
U2 llegó a la cúspide de su carrera con The Joshua Tree (1987) y Rattle & Hum (1988), obras que consagraron a los irlandeses como guardianes de las raíces del rock, pero también de un proceso que les pasó factura. En 1990 el cuarteto se partía en dos mitades, Bono y The Edge —que afrontaba entonces un divorcio— en una y en la otra, Adam Clayton y Larry Mullen Jr. De hecho, fue este último quien, en medio de una disertación política del cantante, puso el dedo en la llaga: “No has escrito ninguna canción nueva. ¿Dónde están las canciones?”.
Para atajar la crisis de identidad se fueron a una ciudad aquejada de lo mismo: Berlín. Allí comenzó a finales de 1990 una transición que Bono terminaría definiendo como “el sonido de cuatro hombres derribando el árbol de Joshua”, y que cristalizó con Achtung baby, un acto de renovación artística que también acabó dando pie a uno de sus mejores álbumes.
El tándem formado por Eno y Daniel Lanois –responsables desde The unforgettable fire (1984)– firmaba la producción; Flood, que acabaría siendo un nombre importante para el rock alternativo de aquella década, realizó las mezclas. Así fue como U2 renovó su sonido sin pervertir la épica que les había hecho universales.
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La ruptura con el pasado se manifestaba desde la apertura del álbum. Zoo station introducía sonidos sintéticos en la paleta musical de los nuevos ídolos del rock tradicional. Al frente, Bono, buscando la conexión con un cambio de década marcada por los ritmos del hip hop, el acid house y una nueva ola electrónica.
Cambios radicales que no alteraron la esencia de las canciones del grupo, que mientras fijaba su mirada en el futuro, reivindicaba los riffs stonianos en Even better than the real thing (de hecho, el álbum estuvo a punto estuvo de llamarse Cruise down Main Street, un juego de palabras que homenajeaba a los Rolling Stones mientras aludía a los misiles crucero en la primera guerra tecnológica de la historia, la del Golfo). Otros indicios de que el corazón irlandés del cuarteto seguía latiendo con fuerza a pesar del oscuro barniz urbano y europeo del que hacían gala en su transformación, eran Who’s gonna ride your wild horses y, sobre todo, One, destinada a convertirse en uno de los clásicos de la banda, tanto como para ser un tema requerido habitualmente en ceremonias nupciales en Inglaterra, para mayor disgusto de The Edge.
VUELVE A SENTIRLO:
Con Achtung baby los U2 clásicos convivían con una versión postmoderna de ellos mismos, esa en la que Bono reconfiguraba su personaje público tras unas gafas negras mientras entonaba The fly, mostrando sus nuevas inclinaciones funk –varios de los sencillos del álbum fueron remezclados por especialistas en música de club como Paul Oakenfold-. Con Achtung baby, U2 consiguió un hito más allá de las ventas – cerca de 18 millones de discos vendidos –, lograron adaptarse a una nueva década cuya senda marcarían grupos como Nirvana y Oasis. U2 abrazaron el presente de ese entonces y sus seguidores bailaron encantados sus nuevos ritmos. Una nueva época comenzaba también para el cuarteto.
Con información de El País