¡Agua, jefa; pala, jefa! Hombres y mujeres con playeras rojas se acercan a la gente con la oferta del día, ¡agua, jefe; pala, jefe! Hoy seguro tendrán un día muy ocupado.
Desde las afueras del Panteón Municipal se nota que hoy es «día grande». Hay puestos de comida, de aguas frescas y, por supuesto, de flores, que hoy venderán a precio de oro, no es para menos. La gente comienza a abarrotar la entrada del lugar con sus ramos en las manos, ya los traen de otros lados a precios más amables.
Algunos llegan ya con sus enseres: cubetas, palas, escobas para quitar el olvido de las tumbas de sus seres queridos. Pero los otros, los que apenas tienen manos para un atado de flores, tendrán que recurrir a quienes hoy están para eso, para poner agua y palas al servicio de la gente.
No hay tarifas, a la pregunta de los solicitantes del servicio, los ayudantes sólo responden «pues ahí lo que sea su voluntad«. Y ahí van, caminando al paso de los familiares, en busca de la última morada de quienes quisieron en vida. El sol cae a chorros en el solar que hace ya tantos años se destinara al descanso eterno de miles de poblanos, y donde desde hace tiempo ya no cabe uno más.
Ya en las tumbas, los ayudantes se aprestan a hacer la faena. Quitan yerbas, barren el polvo, refrescan la tierra. Los familiares sólo pondrán las flores, los rezos y los recuerdos. Los ayudantes, mientras, esperan. Si los familiares son generosos les compartirán algún bocado, si no, sólo se conformarán con darles su propina, la que al fin salió de su voluntad. Al final del día, algunas tumbas quedarán limpias y adornadas, muchas otras, seguirán acumulando el polvo y el olvido que desde hace años han ido acumulando.