Natalia Sancha | AFP | El País
Líbano ha amanecido este miércoles de luto y conmocionado tras la enorme explosión que sacudió el puerto de Beirut en la tarde del martes. El Ministerio de Sanidad ha elevado el balance de víctimas a 113 muertos y más de 4.000 heridos. El gobernador de Beirut, Maruan Abboud, ha informado de que más de un centenar de personas siguen desaparecidas, incluidos varios bomberos, y otras 300.000 han tenido que abandonar sus viviendas. El Gobierno libanés ha asegurado que la explosión se produjo en una de las naves del puerto que contenía 2.750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas sin medidas de seguridad junto a otra que contenía fuegos artificiales. El estruendo se oyó en Chipre y Siria después de que la onda expansiva provocara importantes daños materiales en más de un kilómetro a la redonda del epicentro del incidente. El Gobierno libanés ha decretado dos semanas de estado de emergencia en la capital.
En las calles de la capital, de unos 2,2 millones de habitantes, los ciudadanos se esmeraban en limpiar el asfalto de cristales y las calles de escombros, pero aún se preguntan si la explosión fue fortuita o intencionada. “Quien no ha perdido el trabajo, ha perdido a un familiar o su casa”, se lamentaba anoche aún conmocionada y con la cara ensangrentada Nayla, en la cincuentena y a las puertas de lo que quedaba de su comercio. Cientos de vecinos de los barrios colindantes al puerto han dormido en casas de familiares, mientras que otros han optado por abandonar la ciudad tras las alertas de gases tóxicos liberados en el incidente. Todos se lamentan del cúmulo de crisis que azota al país y se aferran a esa fortaleza que caracteriza a su pueblo desde la guerra civil (1975-1990), en un país que acumula duelos nacionales ya sea por coches bomba contra políticos, como el magnicidio del ex primer ministro Rafik Hariri en 2005 en Beirut, o la ola atentados perpetrados en 2015 por el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés).
Este nuevo golpe supone la mayor catástrofe sufrida en años en la capital de Líbano, que ha sido declarada ciudad “siniestrada”. La potencia de la explosión fue registrada por los sensores del Instituto Geológico de Estados Unidos como un terremoto de magnitud 3,3. En el epicentro el panorama es de caos y destrucción: contenedores retorcidos, coches calcinados en las calles, el suelo alfombrado de maletas y papeles que salieron disparados de las oficinas cercanas, edificios derrumbados y trozos de cascotes en las aceras.
Varios cascos azules a bordo de un barco atracado en el puerto resultaron heridos graves, según la misión de la ONU en Líbano.
El primer ministro, Hassan Diab, decretó para este miércoles un día de duelo nacional y prometió que los responsables “rendirán cuentas”. “Es inadmisible que un cargamento de nitrato de amonio, estimado en 2.750 toneladas, se halle desde hace seis años en un almacén, sin medidas preventivas. Esto es inaceptable y no podemos permanecer en silencio sobre este tema”, subrayó el primer ministro ante el Consejo Superior de Defensa, según declaraciones citadas por un portavoz en rueda de prensa.
El ministro de Economía, Raoul Nehme, ha advertido de que la explosión ha destruido buena parte de las reservas de trigo del país y que apenas cuentan con grano para cubrir las necesidades de las próximas tres semanas, por lo que ha pedido ayuda internacional.
Visita de Macron
“La UE está preparada para facilitar asistencia y apoyo”, ha señalado en Twitter el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. “Nuestro Centro de Coordinación de Respuesta a Emergencias está en contacto con las autoridades de protección civil de Líbano”, ha añadido el comisario europeo de Gestión de Crisis, Janez Lenarcic.
El presidente francés, Emmanuel Macron, viajará este jueves a Líbano para “reunirse con todos los actores políticos” tras la explosión en Beirut, informa Silvia Ayuso desde París. Según el Elíseo, Macron, que ya la víspera se comunicó de inmediato con las autoridades libanesas, será recibido por su homólogo libanés, Michel Aoun, y por Diab, precisó France Presse.
El Gobierno francés se ha movilizado rápidamente ante la “terrible catástrofe” que ha sufrido un “país amigo sumido en dificultades”, ha aseverado también este miércoles el primer ministro, Jean Castex. El jefe de Gobierno confirmó que este mismo miércoles llegarán los primeros dos aviones militares con ayuda, de los tres que está preparando Francia y que, entre otros, trasladarán 15 toneladas de material y 55 miembros de la seguridad civil, así como una decena de sanitarios de urgencias. El objetivo es “poder ocuparnos rápidamente de al menos 500 heridos”, ha explicado Castex, que esta tarde celebrará una reunión con los ministros del ramo para acordar con las autoridades libanesas ayudas adicionales. “Líbano y los libaneses saben que pueden contar con Francia en estas horas difíciles”, ha dicho por su parte el ministro de Relaciones Exteriores, Jean-Yves Le Drian. Mientras, el fiscal de París, Remy Heitz, ha anunciado la apertura de una investigación judicial por “heridas involuntarias”, en vista de que al menos 21 franceses resultaron heridos en la explosión, según un primer balance provisional.
El Reino Unido también trabaja “de forma urgente” para proporcionar a Líbano ayuda técnica y financiera. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha trasladado a través de un mensaje en Twitter su “apoyo y solidaridad” al pueblo libanés.
Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ha calificado el desastre como un ataque, ha avanzado que su país está preparado para ayudar a Líbano. Irán también ha anunciado que colaborará en la recuperación de los afectados: “Irán anuncia su disposición a enviar ayuda médica al Líbano y también ofrece tratamiento a los heridos y otra asistencia médica necesaria”, ha declarado el presidente Hasán Rohaní, según la televisión estatal. Incluso Israel ofreció “ayuda humanitaria y médica” a su vecino libanés, con el que se halla todavía técnicamente en guerra.
El martes se oyó una primera explosión en Beirut, seguida de otra, muy potente, que provocó una gigantesca nube con forma de hongo en el cielo. Los edificios temblaron y las ventanas quedaron destrozadas a varios kilómetros a la redonda. Es la mayor explosión vivida nunca en la ciudad, que estuvo en la primera línea de la guerra civil que libró el país entre 1975-1990, que ha mantenido enfrentamientos constantes con Israel y que ha sufrido ataques terroristas como el que acabó en 2005 con el antiguo primer ministro Rafik Hariri.
En las calles de Beirut, los soldados evacuaron a habitantes aturdidos, algunos ensangrentados, con camisetas atadas alrededor de la cabeza para vendar las heridas. “Era como una bomba atómica. He visto de todo (en mi vida), pero nada semejante”, declaró a AFP Makruhie Yerganian, un profesor jubilado que vive desde hace más de 60 años frente al puerto.
Líbano atraviesa una difícil coyuntura desde hace meses, en la que se combinan protestas populares, una vertiginosa crisis económica y la pandemia de coronavirus. Desde el pasado mes de octubre, los libaneses se han echado a la calle para pedir reformas y exigir la caída en bloque de la élite política a la que acusan de dilapidar las arcas estatales. El ex primer ministro Saad Hariri dimitió de su cargo el pasado 20 de octubre para dejar paso a la formación de un nuevo Gobierno a principios de año. Sin embargo, los ciudadanos acusan al nuevo Ejecutivo de no haber emprendido las reformas económicas necesarias tras declarar su primer impago de deuda de la historia y que la libra libanesa se haya visto drásticamente devaluada en su valor frente al dólar.