Borderline o Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) no es sólo desconocido por la gran mayoría de las personas, los propios especialistas coinciden en que el Trastorno Límite de la Personalidad constituye un terreno casi virgen para la investigación y admiten que los pacientes suelen obtener el diagnóstico certero de la enfermedad después de un largo recorrido por los servicios de urgencias y por las consultas de psicólogos y psiquiatras. En cualquier caso, no es un problema de inteligencia.
Los pacientes borderline pueden presentar estos síntomas:
- Son sumamente sensibles al rechazo y a la mirada crítica de los demás, lo que les lleva a evitar la vida social.
- Tienen una gran dependencia con sus allegados, aunque al mismo tiempo les culpabilizan de todo lo que les ocurre, creando a veces situaciones de intensa violencia.
- Pasan de la euforia a la depresión en cuestión de segundos y ante situaciones extremas intentan el suicidio, y se calcula que el 10% de los que lo intentan repetidamente acaban consiguiéndolo.
«Todo esto junto crea en el entorno del enfermo un cóctel explosivo que deteriora las relaciones interpersonales hasta llegar a menudo a hacerlas insoportables», indica el psiquiatra Fernando Lana, jefe del Departamento de Salud Mental de los centros asistenciales Emili Mira, de Santa Coloma de Gramenet, (Barcelona).
«Las situaciones de crisis que provoca un enfermo borderline en la familia llegan a provocar incluso la separación en las parejas más sólidas», admite la madre de una adolescente aquejada por este trastorno, que prefiere que su nombre no sea divulgado. «Es bastante duro y frustrante que el médico te diga que lo único que necesita tu hija es más cariño o más mano dura cuando ya has pasado por mil consultas sin que nadie te dé la solución», se lamenta esta madre. Tras una infancia «difícil», con la adolescencia llegaron las «grandes catástrofes», entre las que figuran conductas autolesivas y la adicción al alcohol y el cannabis.
Las adicciones y el descontrol alimentario (bulimia y anorexia) son muy habituales entre estos pacientes, que recurren a ellos como una válvula de escape a la permanente inestabilidad emocional y el caos personal en el que viven. «Parece que nada pueda compensarles su gran vacío interior», señala Fernando Lana.
Difundir todos los conocimientos que se tienen de este trastorno es fundamental para facilitar un diagnóstico precoz y no demorar la aplicación de la terapia adecuada.
Los diversos síntomas aparecen a menudo en la infancia, pero es durante la adolescencia cuando el trastorno se manifiesta en toda su magnitud. Esto dificulta su diagnóstico, pues muchas veces el médico achaca los motivos de la consulta a los problemas propios de la edad.
“Cuando un paciente borderline sufre una crisis aguda, no es recomendable ingresarlo en una planta psiquiátrica con los enfermos mentales graves, porque ellos no tienen síntomas tan graves como una depresión mayor o una esquizofrenia, no pierden la memoria ni sufren alucinaciones», señala Carmen Ríos, presidenta de la Asociación Madrileña de Ayuda e Investigación del Trastorno
Pacientes «incómodos» para los psiquiatras
El enfermo borderline es un paciente «incómodo» para los psiquiatras. «A ningún médico le gusta un paciente que no se presenta a las consultas, que deja con facilidad el tratamiento o que, al ser dado de alta tras un ingreso de varios días o meses, sigue estando exactamente igual que antes», admite el psiquiatra Fernando Lana.
Aunque el trastorno borderline no es nuevo, los especialistas coinciden en que se manifiesta de forma especialmente virulenta en las sociedades modernas, donde impera la competitividad y los padres compensan la carencia de tiempo para dedicar a sus hijos con una mayor permisividad.
Al tratarse de un trastorno que afecta a la manera de ser y a la forma de afrontar los problemas cotidianos, el trastorno borderline requiere una terapia continuada y multidisciplinar, con tratamiento farmacológico incluido. El ingreso psiquiátrico es sólo una medida de choque, que sólo soluciona un problema puntual, coinciden los especialistas.
Psicólogos, psiquiatras y familiares insisten en la necesidad de una red de recursos que incluya desde centros de día, programas de psicoterapia ambulatoria, centros de ingreso específicos y programas de apoyo a las familias.
El tratamiento no cura la enfermedad, pero mejora sustancialmente la calidad de vida del paciente y de su entorno y permite que las recaídas sean menos frecuentes.
Con información de El País