Medio día, un bochorno intenso, de los que ponen a sudar las partes más ocultas del cuerpo, una atractiva señora ─podría adquirir dicho título debido al diamantado anillo que porta en su mano izquierda─, sale del Motel Atenas creyéndose musa griega, con los cabellos pegados a su espalda, mojados a causa del caluroso clima, el escote deja lucir su prominente busto a punto del estallido. ¡El calor es insoportable!, sin embargo, la pasión, así como las flores más vistosas, abren sus pétalos con la humedad de la primavera.
La rubia dorada de uñas largas y un ligero aroma juvenil ─Eternity Moment, patrocinado por Calvin Klein─, no sale sola, sino de la mano de un joven, quizá unas tres décadas menor que ella. ¿Inmoral?, quién sabe, me gusta pensar que es sólo la calentura abrileña.
Los encuentros se vuelven cada vez más frecuentes, sobre todo cuando él sale de la universidad a desayunar “algo consistente” y ella, maneja su Toyota en dirección al gimnasio, porque “un cuerpo sano es al mismo tiempo un cuerpo feliz”. No siempre van al Atenas, no vaya a ser que saliendo del Partenón, el esposo de ella ─un empoderado director de su propia consultoría política─, los descubra y le mande al joven –en agradecimiento por mantener a su mujer feliz– un sicario. Así que para darle movilidad a su pasión, la señora adultera y su efebo pasean sus emociones entre el Bugambilias, el Motel Paris y el Rush.
La verdad es que no hay nada distinto en las historias compartidas entre la mujer y el joven veinteañero. De hecho, conforme pasa el tiempo, el entusiasmo se disuelve poco a poco entre besos, mucho sexo, posiciones repetidas, y el mismo orgasmo de siempre. La adrenalina sólo se mantiene en el plano de esconder una oscura infidelidad, una que pronto se volverá aburrida para ambos. La pasión se desvanece.
Ninguno de los dos fue lo suficientemente listo para notar desde siempre el final lógico de su relación de casada, o de adúltera: ni el esposo, ni el amante, pero mucho menos ella ─que aspira a vivir historias de amor muy al estilo televisa, y su meta es ser la protagonista de “Cásese quien pueda”─ logrará entender lo inútil que es buscar una pasión malograda, desde el momento en que ni siquiera abre su comprensión hacia el mundo más allá de las novelas televisivas. Porque, para tener buen sexo, la inteligencia es un importante aditivo.
Sólo infidelidad
Casarse está sobrevalorado. La idea que se tiene del matrimonio como la unión a largo plazo entre una pareja, es muy utópica. El matrimonio se ha mitificado, y a su alrededor se construyen historias encantadoras, y sobre todo, grandes expectativas. Pero casarse no siempre fue tan romántico como hoy en día. Una boda sólo implicaba la unión de dos riquezas, o por qué no, de dos pobrezas. En sus inicios el rito del matrimonio sólo se fundaba en un valor que no era el del amor, sino el del enriquecimiento compartido.
La verdadera pasión no era un asunto de estar casado, sino más bien de ser adúltero. El amor de pareja que conocemos hoy en día, nació alrededor del siglo XI, como una alternativa de escapar a las relaciones forzadas y a los matrimonios arreglados. El amor cortés fue la manera en que dos personas lograban amarse secretamente más allá de la represión conyugal.
El derecho a la pasión no era muy compatible con los designios del matrimonio, casarse no significaba tanto como lo es hoy en día, porque incluso era una práctica desdeñada por las mejores mentes de la época, muchos intelectuales preferían mantenerse en celibato y vivir en conventos o seminarios, antes de caer en las superfluas redes de la vida en pareja.
Aunque sigo pensando que hoy en día la infidelidad es una alternativa a la pasión desgastada por una relación larga; y así, aunque parece haber cambiado el orden de los ritos, en el fondo parece seguir siendo lo mismo. Antes, ser adúltero era una segunda vía para amar pasionalmente; hoy en día ser adúltero cumple un fin parecido, a pesar de que uno se haya casado por decisión propia. Insisto, el matrimonio está sobrevalorado.
La malformación de las novelas
Cásese quien pueda es una película escrita, dirigida y producida por Marta Higareda, que cuenta la historia ─desafortunada─ de la típica mujer fresa, boba y sin ambiciones más allá del éxito socialité y de encontrar, en un solo hombre, al padre ejemplar, al proveedor espléndido, al amante ideal, y por supuesto, lo más importante, lograr casarse con él. La película, así como la vida de muchas mujeres, giran en torno a dicha trama, misma que no podemos juzgar, pero sí previamente advertirles que la meta de casarse y ser acepadas en sociedad podría traer consigo desgracias, decepciones y sobre todo una cuota segura de tedio.
Sinceramente no entiendo a las mujeres que se quedan en su casa tan sólo a cumplir con su misión de buena esposa, olvidándose por décadas de ellas mismas y de su profesión. Tampoco comprendo a las que en las pláticas con sus amigas o familiares tiene por tema principal al marido, porque ellas mismas como tema han pasado a segundo plano. Y no es que juzgue las formas que en pleno siglo XXI se mantienen de la familia, sino que me sorprende lo sobrevalorado que está el amor en pareja y el matrimonio. Mientras que en otras épocas casarse era sólo una extensión de bienes, hoy en día, para muchas se ha convertido en una obsesión y meta única, incluso si ésta implica dejar todo lo demás. En México, incluso por decisión propia, para algunas mujeres casarse significa que se les acaba la vida.
El modelo de valores televisa sigue funcionando, y a la trama telenovelera que termina en boda, es a la que muchas aspiran.
Ana Paula ─la protagonista de Cásese quien pueda─ se da cuenta a una semana de matrimoniarse que su prometido le pone los cuernos con una de sus mejores amigas, ante tan dramática circunstancia ella se pierde en el alcohol y termina, por azares de la embriaguez, en la caja de una camioneta en Quintana Roo; cercana a una comunidad indígena encontrará la pasión alterna al agobiante compromiso oficial con su infiel novio.
La versión alterna es Miriam, la hermana de Ana Paula, que en inicio aparentaba ser una mujer con mayores objetivos, persiguiendo un destino frustrado como actriz y cantante, pero que al final termina cayendo en los mismos intereses que su hermana, la de conquistar al amor de su vida y casarse con él.
Considero que no hace falta contarles el final de la película, creo que todos sabemos bien en que termina la telenovela. Nos vemos en la próxima boda.