El País
El rezago marca el conteo de víctimas que presentan diariamente las autoridades sanitarias mexicanas. México no sabe qué va a pasar con la pandemia en el futuro porque no sabe con claridad qué ha sucedido en el pasado. Un análisis de la base de datos oficiales realizado por EL PAÍS hace un retrato poco alentador. El país norteamericano, que ha rebasado los 100.000 contagios y 11.000 muertes, no conocerá la cifra real de víctimas del SARS-CoV-2 sino hasta dentro de varios meses. La información recogida por los Estados también revela que casi ocho de cada diez pacientes, el 76%, derrotados por la enfermedad no ingresaron a terapias intensivas ni fueron entubados. Para la mitad de los fallecidos no hubo un diagnóstico público por coronavirus antes de la muerte. Este llegó el mismo día del desenlace o después.
Este 3 de junio, la cifra de fallecidos por coronavirus en México fue de 1.092. Es el mayor número reportado desde que fue comunicada la primera muerte, el 18 de marzo. El anuncio de las autoridades de este miércoles fue recogido con alarma. Sin embargo, ese millar no murió en 24 horas. En realidad, solo 62 personas perecieron entre el 2 y 3 de junio. El resto se reparte entre 70 días, desde este miércoles hacia atrás hasta llegar al 25 de marzo. El domingo 17 de mayo ha sido, hasta el momento, el día más letal. Hasta hoy se cuentan 322 personas fallecidas para aquella jornada a pesar de que el 18 de mayo se comunicaron solo 155 fatalidades para ese día.
La Secretaría de Salud, que no respondió a las preguntas de EL PAÍS para este texto, publica diariamente, desde el 12 de abril, una actualización de su base de datos. Esta se alimenta con los reportes que generan los 32 Estados del país. Cada entrada tiene varias fechas asociadas, entre ellas el inicio de síntomas y el ingreso al hospital. Los fallecimientos están catalogados en dos momentos, según explicó el subsecretario Hugo López-Gatell el 27 de mayo: cuando ocurren y cuando son registrados. “Esto explica que de repente parezca que suben los números. No quiere decir que ocurra en ese día, lo que quiere decir es que se reportan ese día por parte de los Estados, ya sea porque ya estaba registrada la persona como enferma, ya estaba registrada como una defunción, pero no estaba el resultado de laboratorio”, señaló el portavoz mexicano durante la pandemia.
La base de datos del 4 de mayo recogía 2.270 muertes por covid-19. Ocho días después, el 11 de mayo, los Estados añadían 836 fallecidos hasta aquel 4 de mayo. Lo mismo sucedía una semana más tarde. El 18 de mayo ya eran 3.550 muertes confirmadas con registro anterior o igual al 4 de mayo. La imagen de la epidemia se había multiplicado casi por dos. Días después, se sabría que la cifra real de fallecidos hasta el 18 de mayo era de 7.663 personas. El 25 de mayo, la base de datos revelaba que 6.880 personas habían muerto desde el inicio de la epidemia en México hasta entonces. Este 3 de junio, la sumatoria para el 25 superaba en un 31% a la anterior. De las más de 11.000 víctimas que registra el país, 10.048 murieron antes del 25 de mayo. El retraso en la aplicación de pruebas ha dejado ocultas a miles de víctimas. López-Gatell ha llamado a esto la “mortalidad no observable”.
Este fenómeno invisible se registra en todas las entidades. “Hace 15 días tenía entre 60 y 80 fallecidos. El domingo [31 de mayo] tuve 11”, cuenta Gabriel O’Shea, secretario de Salud del Estado de México, la entidad más poblada del país y una de las que más casos registra junto a la vecina Ciudad de México. “Un día el reporte me llegó de 180. Haciendo una investigación descubrí que el ISSSTE [una institución de salud federal] tenía mes y medio sin actualizar sus fallecidos. Se había ido el epidemiólogo y se fueron acumulando”, relata. El caso ejemplifica también errores humanos que suman al rezago que sufre el conteo desde hace 20 ó 25 dias, de acuerdo con López-Gatell.
Los tiempos de la muerte
Sebastián Garrido, profesor asociado del CIDE y coordinador de la unidad Ciencia de Datos, explica que las variables disponibles no permiten reconstruir paso a paso la trayectoria de los pacientes fallecidos. Faltan las fechas de toma de la muestra para la prueba y de confirmación del resultado. Un análisis de más de 10.000 entradas posteriores al 12 de abril muestra que para algo más de 5.000 el paciente ingresó al sistema de salud antes de fallecer. Sin embargo, el positivo por covid-19 solo fue publicado en la base de datos oficial el mismo día o después de la muerte. Otras 957 personas fallecieron el mismo día que ingresaron a un centro de salud, murieron en casa o en la ambulancia que los transportaba al hospital.
“El número de muertes reales lo sabremos cuando pase la etapa más aguda de la pandemia”, asegura O’Shea. El funcionario del Estado de México detalla el rezago que encaran en cientos de hospitales de todo el país. Las muestras de secreciones de los pacientes —vivos o fallecidos— se envían al Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (Indre), al Hospital La Raza, o alguno de los 32 laboratorios estatales. Estos analizan el material en las máquinas de PCR, pero en el Estado de México, por ejemplo, con una población de más de 16 millones de habitantes, solo se pueden analizar 1.000 exámenes diarios. “Tenemos miles de resultados en espera”, confiesa O’Shea. “Hay pacientes a los que se le tomó la prueba hace 10 días y ya fallecieron. La cola es muy larga”.
El Estado de México tiene oficialmente 1.168 defunciones por coronavirus. No obstante, hay más de 4.600 actas de defunción por influenza en las que los médicos sospechan que la covid-19 fue la causa de muerte. “Estos expedientes tendrán que ser revisados uno a uno por los equipos de epidemiología de los hospitales para decidir si son o no por coronavirus”, puntualiza. Este análisis llevará semanas o meses. Lo mismo estaría sucediendo en otras entidades. A mediados de mayo, una investigación periodística reveló que enre marzo y mayo habían sido expedidas más de 4.500 actas de difuntos con sospecha de covid en Ciudad de México. La cifra es mayor a las 3.214 muertes contabilizadas para la capital hasta ayer. La ciudad sumó entre el 2 y el 3 de junio 364 nuevas víctimas.
López-Gatell pronosticó el 4 de mayo 6.000 fallecidos por coronavirus. La realidad lo ha obligado a corregir el cálculo hasta los 30.000. El funcionario ha señalado este miércoles que una comisión técnica conformada por infectólogos, epidemiólogos y otros funcionarios federales se encuentran revisando cientos de actas de defunción para “identificar la mortalidad no observable”.
La gran brecha que hay en los fallecidos sin diagnóstico también puede ser explicada por la frenética actividad dentro de los hospitales durante la fase 3, la de mayor contagio. La vigilancia epidemiológica contempla que la prueba de covid se haga a un paciente fallecido, pero puede que esta no se realice inmediatamente. “Es comprensible que se priorice la atención de las personas vivas que están esperando atención y no este procedimiento de toma de muestra”, señaló López-Gatell recientemente.
Por ejemplo, un hombre adulto del municipio de Valle de Chalco, en los límites entre el Estado de México y la ciudad, presentó síntomas el 3 de abril y falleció el 13, cuando ingresó al sistema de salud. Su perfil era de alto riesgo pues tenía neumonía, diabetes, EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica), obesidad y tabaquismo. Su positivo se publicó el día 15. No obtuvo ningún cuidado intensivo según la base de datos oficial, que lo identifica con el código 07c913.
Cuidados insuficientes
Una inmensa mayoría de las muertes por covid-19 en México se produjo sin atención de cuidados intensivos, algo particularmente llamativo si consideramos que los casos críticos lo son por problemas respiratorios y que las autoridades federales y estatales han protagonizado una carrera a contrarreloj para conseguir por todo el mundo, especialmente en China y Estados Unidos, cientos de ventiladores para terapias intensivas. Los datos muestran que solo el 24% de los pacientes llega a estas salas. Más de 8.000 personas han muerto sin acceso a un respirador o sin ser intubados.
La categoría de cuidados intensivos también puede incluir instalaciones hospitalarias de distintas calidades. El Gobierno ha anunciado recientemente ampliaciones de capacidad de terapia intensiva. Sin embargo, para Adrián Soto, investigador en el Departamento de Fisiología, Anatomía y Genética de la Universidad de Oxford, hay que tener en cuenta que probablemente “el número de camas (verdaderas) de UTI no es expandible” porque “el número de especialistas en medicina crítica es limitado”.
Existe, además, cierta conexión entre los tiempos y la calidad de los cuidados. En al menos 4.183 casos reportados desde el 13 de abril, no hubo acceso a cuidados intensivos ni tampoco se publicó en la base oficial el diagnóstico positivo de la prueba en fecha previa a la muerte.
El acceso de los pacientes a las terapias intensivas o a la intubación es más común entre aquellos que obtuvieron un diagnóstico positivo por coronavirus a tiempo. Algo más de 1.200 personas experimentaron una trayectoria que podría calificarse de ideal: presentaron síntomas, ingresaron al hospital, pero las complicaciones los llevaron a terapia intensiva, donde se produjo el fatídico desenlace. Así sucedió con el paciente identificado con el código 05ab0f, quien presentó síntomas desde el 6 de abril y se sumó al sistema una semana después. A los dos días se notificó su entrada en terapia intensiva y ese mismo día tuvo su confirmación pública en la base de datos de positivo por el virus. Fallecería el 24 de abril. Para otros 736 pacientes, la situación fue la opuesta: la muerte les sorprendió antes de confirmar su contagio. El hombre de Valle de Chalco pertenecería a esta última categoría.
El retraso de México en el conteo de sus fallecidos por coronavirus es tal que al 3 de junio hay casi mil muertes en estudio. 82 de ellas fallecieron el mismo día, el 1 de junio. Una cantidad considerable lleva varias semanas en estudio.
Las autoridades de Salud aseguran que las pruebas se toman para el 100% de los ingresados en los hospitales (asumiendo, también, la misma proporción para quienes fallecen en centros de salud con síntomas sospechosos), pero solo para el 10% de los pacientes ambulatorios, aquellos que presentan síntomas leves y que deben pasar la enfermedad en casa. La falta de un robusto sistema de pruebas impedirá al Gobierno mexicano medir con claridad más allá del citado 100%+10%, mientras que las muertes confirmadas y la tasa de ocupación hospitalaria serían indicadores útiles. Sin embargo, el retraso y la escasa incidencia de los cuidados intensivos entre las muertes por el nuevo coronavirus plantean dudas sobre los indicadores complementarios. La epidemia avanza y con ella, el número de víctimas que han quedado en el pasado.