Miguel Barbosa Huerta quiere a las principales cabecillas del morenovallismo en la cárcel. El mensaje que ha ido repartiendo en cada uno de los informes municipales es que se presenten denuncias contra los morenovallistas, principalmente, y si se puede que algunos priistas también visiten chirona.
El góber poblano no le ha puesto nombres y apellidos pero ese ha sido el mensaje: la creación de una nueva clase política y para fuera ya todo lo que huela a corrupción del pasado reciente.
Aunque la intención de Barbosa es buena y ahí sí ojalá diosito y la justicia terrestre castigue a toda esa runfla de facinerosos que sí abusaron, lo difícil es crear una nueva clase política porque no se ve de dónde y para dónde. A Morena le hace falta una buena escuela de cuadros que dejen los radicalismos de patria o muerte y que aprendan a gobernar.
A partir de la semana pasada, el mensaje a todos los alcaldes poblanos -principalmente de Morena- es y ha sido borrón y cuenta nueva. Barbosa les ha jalado las orejas a algunos y a otros los ha apapachado con obras y servicios para su comunidad. Se interpreta como un ya estuvo bueno de tantos yerros y pleitos. Ya se acabó la etapa de aprendizaje. Ya no son novatos.
¡Ya! ¡A trabajar!
Además de la estrategia de exigirle a sus alcaldes a ponerse las pilas, también está la de llamar a cuentas a los priistas y panistas que abusaron de sus cargos en las alcaldías y de fumigar a los funcionarios que aún están incrustados en las nóminas.
Que se haga la limpia definitiva. Y, aunque no lo queramos ver, también esta es una estrategia para el 2021, porque si ahorita fueran los comicios intermedios es un escenario difícil para el Movimiento de Regeneración Nacional en el estado.
A menos que los albiazules se dividan y comiencen las guerras intestinas en ese partido (escenario que no está alejado de la realidad por la cantidad de egos que están ahí).
Los morenos deben darse cuenta que el efecto López Obrador los llevó al poder y que le bajen un poco a su soberbia porque por ellos solos no ganaron. Deben darse cuenta que tienen al menos un año para enderezar. La fiesta de haber sacado al PRIAN de Los Pinos ya se acabó. La borrachera por tener la mayoría del Congreso del estado ya pasó, que ahora estamos en plena resaca y que aún no hay grandes cambios. No han hecho nada extraordinario. Más bien parece el guión de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (con perdón por usar este lugar común).
Es el segundo año más importante para los alcaldes porque es cuando verdaderamente gobiernan, el tercero estarán los reflectores en la nueva lucha electoral y en ese momento ellos ya carecen de poder.
Es la última oportunidad para reconquistar a sus gobernados, sino lo entienden, o no lo saben hacer, en el 2021 sentirán el castigo y en el 2022 podrán ser hasta denunciados o señalados por la Auditoría.
Por eso la urgencia del gobernador para denunciar a sus antecesores, porque al menos en lo que enderezan el rumbo les da tiempo de todavía escandalizar sobre los actos de corrupción que pudieron haber incurrido las autoridades pasadas.
Aunque algo es un hecho, si no comienzan a trabajar, el tiempo pasará muy rápido y las condiciones cambiarán radicalmente. En Puebla el voto un día puede ser para el PRI, para Morena o para el PAN, el castigo será las urnas. Ojalá que al llegar al primer año de gobierno entiendan que el reloj para los funcionarios municipales va hacia atrás y que un día más, para ellos, es un día menos.