Aunque presuman de unidad en el PAN, la realidad es que ese partido ya no tiene pies ni cabeza.
Antes de que designaran a Eduardo Rivera Pérez varios de sus correligionarios sacaron un desplegado para impedir su llegada, pero ahí ganó la política del “ya qué, es que ya no hay de otra”, que hizo al CEN imponer a Rivera, aunque jamás hicieron la necesaria operación cicatriz ni en México ni en Puebla.
¿La razón? Eduardo Rivera tiene una burbuja entre mecenas y panistas que le hicieron creer que él solito gana no solo la capital sino la gubernatura en el 2024 y que no necesita de nadie para ganar. Que las encuestas lo ponen por encima de todos contra viento y marea.
Lalo Rivera debería hacer tierra y no encerrarse en esa burbuja. Escuchar más a los grupos y militantes y no solo a los que ya lo ven sentado en Casa Aguayo y todos los días le dicen al oído que él es el favorito y la opción “B” y será, por ende, el gran sucesor, el “delfín”.
Lalo Rivera debe tocar base con la base, si es que pretende ganar, y no creerse eso de que ya es cuasi gobernador, porque de entrada como bien dijo el académico Juan Manuel Mecinas en un análisis para el programa Las intimidades colectivas: “ningún presidente municipal ha llegado inmediatamente a la gubernatura. El único que lo hizo fue Tony Gali y fue porque lo impuso Rafael Moreno Valle”.
Pero si los pies caminan chuecos, ahora la cabeza, es decir la dirigente estatal y su camarilla asesorados por Eduardo Alcántara están igual o peor: sacaron una lista de candidatos a regidores, a presidentes municipales y diputados de dudosa procedencia o de plano muy anodinos.
Ahí está el caso de la candidata a diputada plurinominal Patricia Ávila Valencia hermana de los caciques de Venustiano Carranza a quienes se les denunció por estar presuntamente involucrados con la venta de huachicol y ligados a grupos criminales.
Aunado a ello, toda la retahíla de denuncias de ventas de candidaturas en diversos puntos del estado. Que, si costó uno, dos y hasta cinco millones de pesos volverse candidatos.
El caso de San Andrés Cholula es el más cuestionable: Raymundo Cuautli. Ya fue priista, perredista, morenista y ahora es panista.
¿Trayectoria? Es un buen bebedor de tequila y ron.
¿Acción política? Ha jugado en tantos partidos que ya le gana el récord de la “Tota” Carbajal.
¿Algo más en su largo currículo? Sí, es un buen bebedor de tequila y ron.
Cuautli es el mejor candidato que pudo lanzar el PAN, pero para Morena y con un gran agradecimiento de parte de Karina Pérez Popoca porque con un adversario así, qué más se le puede pedir a la vida.
Y si vamos punto por punto, los panistas sacaron a lo más malito de sus filas como en el caso de Atlixco con la reelección de Guillermo Velázquez Gutiérrez y qué decir de sus candidatos a diputados locales.
Hay quien jura y perjura que Genoveva Huerta ya no tiene alianzas con Fernando Manzanilla. Nadie creé esa historia, pero lo que sí empieza a moverse en muchos corrillos de Acción Nacional es que la dirigente “ya negoció” con quien se debe negociar en este estado. Y como ella ya será diputada, no como Eduardo Rivera que ya se siente gobernador, pues lo que pase en su partido le vale.
Y si sigue operando la dirigencia estatal para Manzanilla, pues peor, porque el diputado federal del PES ya no le queda nada, intentó meterse en el PAN y ya vimos cómo le ha ido, intentó intervenir el PRI y ya hasta José Luis Márquez lo desconoce, en Movimiento Ciudadano y la demás chiquillada, de plano no tiene espacios.
Así que esa es la oposición a Morena, una oposición que se opone a ella misma sin discurso, sin proyecto y con un velo de posible venta de candidaturas y entreguismo al poder estatal de parte de todos.