Como la ley lo dice, todo está en movimiento y nada es estático. Lo único constante en la vida son los cambios, pero no por eso nos tienen que gustar.
En lo personal, me chocan y les tengo pánico; me pone nerviosa desde comprar un rímel que no conozco hasta pedir un platillo nuevo en un restaurante. No sé si está bien o mal pero me encanta tener una rutina y me cuesta la vida salirme de mi zona de confort, tiene que ver un poco con que soy control freak, pero en el momento en el que algo se sale de mis planes, no se cómo manejarlo y entro en crisis.
Todo mundo aconseja que “aprendas a fluir” o que te “adaptes y tomes lo que venga con la mejor actitud” o los que más hacen que me duelan los oídos; “no hay mal que por bien no venga” y «todo pasa por algo», pero cuando eres como yo y te dicen esto, en lo único que piensas es en hacerte pandita y rodar hasta que dejes de escuchar.
He tenido que aprender obligadamente a adaptarme a lo que no puedo controlar y a reprogramarme. ¿Cómo? Aceptando que no tengo control sobre absolutamente nada, más que de cómo veo y cómo vivo lo que está llegando a mi vida (y a veces siento que ni de eso)
No soy de las personas sumamente optimistas que todo lo que les pasa lo ven como algo positivo como si hubieran salido de algún libro de autoayuda, al contrario, tiendo a adelantarme al futuro y planeo todo, el problema con esto es que pocas veces los planes salen como queremos, pero de lo que me he dado cuenta conforme pasa el tiempo, es que muchas veces las cosas salen mejor de lo que teníamos pensado y nos llevamos sorpresas increíbles.
Como ya les dije, no estoy planeando hacer un artículo inspiracional donde les ponga frases bonitas que los hagan abrir los ojos y a darse cuenta que todos los cambios son buenos. Estoy escribiendo para la gente a la que como yo, le cuesta el mayor trabajo del mundo y para ayudarlos a aprender a aceptarlos sin morir en el intento.
¿Por qué son tan necesarios? La verdad a veces más que necesarios, son sorpresivos y por lo mismo, no sabes cómo actuar a algo que nunca habías tenido enfrente o que no esperabas, peor si como yo, amas tu zona de confort y te vale que te digan que está mal. Pero respira, no porque no sepas cómo actuar, es algo malo. Creo que todo lo nuevo que te llegue, te acerca más a tu destino y te ayuda a madurar. Que es difícil al principio, sí (mucho, mucho) Pero casi siempre los planes que tenemos para nosotros no se acercan nada a lo que nos espera porque es mucho más grande.
Son necesarios porque son maestros, nos enseñan sobre nosotros, la vida y de la gente que te rodea; los verdaderos amigos y los que solo estuvieron para la fiesta. Si reflexionamos un poco, lo que somos hoy no se parece a lo que éramos hace un año, ni hace diez, pero véanlo así; si no existieran los cambios, nada te obligaría a madurar, no sabrías todo lo que has aprendido y todos seguiríamos siendo esos pubertos odiosos que iban contra el mundo y que pusieron a prueba el amor y la paciencia de toda la gente a nuestro alrededor.
Los cambios pueden ser una oportunidad increíble para innovarte o sacar lo mejor de ti y creo que lo mejor que podemos hacer es intentar aceptar que nada es eterno y que lo que estamos viviendo, no se va a volver a repetir. Alguien muy inteligente un día me dijo “es como cuando estás en una montaña rusa y no te la pasas nada bien en la subida porque no dejas de pensar en la bajada, pero cuando llega, pocas veces es lo que esperabas porque no te paraste a ver y a disfrutar el viaje”.