Él es uno de esos hombres cuyo nombre tal vez no dice mucho, pero sin el cual no comprenderíamos del todo la parafernalia que rodea a los ídolos del momento; su arte se ha visto plasmado durante los últimos 15 años en la revista de música más influyente en lengua española. Es Salvador Bonilla Lobato y ha sido el ojo que ha capturado los momentos de los mejores artistas del orbe a su paso por México.
Sus primeros años en el ejercicio fotográfico fueron en eventos deportivos: mundiales de futbol y juegos olímpicos vieron dar los primeros pasos de un hombre que pronto se convertiría en leyenda viva del lente. Para contar (algunos de) los secretos de su oficio, estuvo en Puebla, en la Feria Nacional del Libro que organiza la BUAP. Llegó como lo que es: un hombre común, cuyo diferenciador ha sido un talento y sagacidad para captar las mejores impresiones en vivo de, digamos, The Rolling Stones, Madonna, Roger Waters, Red Hot Chili Peppers, U2.
Con la presencia de dos voces más que autorizadas del comentario musical en Puebla, Luis Diego Peralta y Manuel Frausto, dio inicio a una tarde en la que capturó a su auditorio como el buen mago del lente que es. Para Salvador, cada artista le ha presentado sus respectivas dificultades, pero ha sabido afrontar cada una de ellas y es por ello que se ha ganado su lugar en Rolling Stone.
«Seguro algunos de ustedes tienen el deseo de cubrir eventos como estos y estar cerca de los artistas, pero puedo decirles que el concierto como tal se disfruta menos de lo que se imaginan», relata. La explicación es simple y meridiana: el trabajo requiere de concentración y de tener la atención suficiente para captar el mejor momento del artista. «Después de que te dan tu adherible para que te lo pegues en el chaleco, tienes sólo dos o tres canciones para poder sacar lo mejor de ti… y a veces las condiciones no son las más favorables».
Cuenta que los contrastes entre artistas son básicos pero sustanciales: «mientras Selena Gomez, por ejemplo, se la vive declarando a los cuatro vientos que ella quiere ser una artista completa y no sólo una imagen, es evidente la forma en que cuida de su maquillaje y vestuario de manera que nada se mueva y todo se vea perfecto, desde luego, te da para excelentes fotos y, en lo último que te fijas es en si tiene buena voz o no; por otro lado hay artistas como la cantante española Concha Buika, una mujer que sale a desgarrarse al escenario y cuyos gestos te dan fotos expresivas a más no poder».
Luis y Manolo, desde la trinchera radiofónica, sazonaban la plática de Salvador con amenos comentarios que hicieron un perfecto complemento para las imágenes en las que desfilaban Metallica, Ozzy Osbourne, Coldplay. La gente no parpadeó un momento, no había por qué. «No acostumbro retocar las fotos, no me gusta. Hace algún tiempo me marcó la encargada de relaciones públicas de Luis Miguel para reclamarme por las fotos que había subido del cantante cuando estaba pasadísimo de peso. Obviamente esas imágenes dieron para una incontable cantidad de memes; recuerdo aquel de ‘ya no es el Sol, ahora es el Sistema Solar’, pero en fin, yo no tenía por qué esconder la tremenda apariencia que, de todos modos, la gente que asistió a los conciertos pudo notar».
Una hora y media que se fue como agua. Las preguntas no se hicieron esperar y para cada una de ellas Salvador siempre tuvo una buena historia. La noche había caído sobre el Centro de Convenciones de Ciudad Universitaria y el hombre común con el ojo incomparable regresó a su papel. Más bien, nunca salió de él. Hurgando entre la gente captó con su mirada un recuerdo de Puebla que sin duda lo hará regresar.