El morenovallismo fue un grupo que apantalló, en su momento, a propios y extraños. El ochenta por ciento de los poblanos sucumbió a sus formas y muchos creyeron que eran invencibles y eternos.
En un país como México, los gobernadores cuando asumen su puesto se convierten en señores feudales, sus entidades son sus reinos y aquí habitan desde villanos y hasta siervos.
Mientras gobernaba Rafael Moreno Valle se creó una imagen de que el mandatario era el rey y que los demás eran sus súbditos. Los principales operadores de este señor feudal se sentían intocables.
Pensaban que brillaban por sí mismos.
Crearon un sistema para que la prensa no cuestionara y evidenciara al régimen: una cosa llamada tripack que consistía en que la publicidad estatal, municipal y de la universidad estuviera controlada desde Casa Puebla.
La verdad es que ese modelo falló con la muerte del niño de Chalchihuapan en el que muchos directores de medios y periodistas salieron a gritar “fue un cohetón” y defendieron las “piedras de grueso calibre”. Acusaron además a la mamá de sacar a su hijo a una manifestación, pero la memoria -que bueno para muchos- en México es muy corta.
Poco a poco Rafael Moreno Valle se fue convirtiendo en un pasivo y sacaron a su mejor arma que era la cara amigable de este grupo: Tony Gali Fayad, quien fue el que negoció con muchos enemigos del régimen y los sumó al proyecto. Todo esto permitido, por supuesto, por el líder del grupo en el poder.
Los morenovallistas amenazaban. Espiaban. Manoteaban. Criticaban. Humillaban. Denostaban a los que consideraban sus enemigos. En el mejor de los casos los compraban. Eran implacables, porque como escribimos líneas arriba pensaban que eran eternos e invencibles. Alguna vez hicieron una lista de 19 periodistas que serían denunciados ante el régimen, la cual fracasó por obvias razones.
Para consolidar ese poder fue necesario doblar a la oposición: el PRI. Aliarse económicamente a Enrique Peña Nieto. Hundir a Enrique Agüera cuando contendió a la alcaldía de Puebla en el 2013. Poner sus propios medios entre periódicos y revistas. Introdujeron en Puebla el uso de granjas bots y troles en redes sociales quienes despedazaban a periodistas y adversarios.
El PAN se entregó.
Desapareció la oposición porque fue comprada o encarcelada. El PRD a través de los Chuchos se sumó a este proyecto y al final no quedó más que vivir ocho años en el que Rafael Moreno Valle manejaba todos los hilos de la política poblana.
Tras el lamentable accidente en el que perdió la vida la pareja Alonso-Moreno Valle, el pasado 24 de diciembre, los poblanos vieron que los morenovallistas no brillaban con su luz propia. Se desperdigaron. Dividieron. Pelearon entre ellos. Se acusaron, delataron y traicionaron. Muchos de sus medios de comunicación desaparecieron. Y ahora esos morenovallistas son tan humanos como cualquiera de nosotros.
Todo esto viene a colación porque ese grupo que gobernó el estado colapsó porque es un error echar los huevos a una sola canasta, porque si no se deja crecer y hacer equipo, la luz del que brilla cuando se apaga oscurece a todos.
Muchos morenovallistas ahora viven de lo que pudieron sacar del erario (que no fue poco) pero políticamente ya no representan nada.
El PAN no encuentra rumbo en este momento pese a que puede ganar diputaciones locales y federales y las principales alcaldías de la entidad porque se convirtió en un PRI y sin la figura de un líder anda como pollo descabezado.
El panismo de hoy está huérfano y eso se nota en las divisiones internas en que todos se acusan mutuamente por representar a los intereses de Morena.
¿Qué se hicieron los morenovallistas?
Implosionaron.
Nota Bene: aunque ustedes no lo crean muchos de los que se dicen y presumen de su antimorenovallismo también fueron beneficiarios de ese grupo. Fue a sabiendas o no una oposición permitida. Así que no crean todo lo que todos dicen.