A los panistas poblanos les urge una bolsa de hielos en la cabeza.
A todos.
Al inicio de este año por cuestiones de “conveniencia política” se buscó a un culpable en la imagen de la presidenta estatal de ese partido, Genoveva Huerta Villegas. No es del todo cierto. Como todos los seres humanos sí cometió yerros y más porque le tomó asumir el timón de un barco sin capitán porque en diciembre del 2018 falleció el líder Rafael Moreno Valle y su esposa Martha Erika Alonso.
Todos los grupos se dividieron.
Todos.
Los líderes de las familias tradicionales jalaron con la dirigencia estatal, otros escupieron al morenovallismo, otros buscaron aliarse con Eduardo Rivera Pérez. Hubo morenovallistas que se fueron a vender caro su amor con el gobierno de Morena. Otros renunciaron a su pasado y buscaron banderas como las que lleva Fernando Manzanilla quien aún no logra convencer más que a una parte del morenovallismo y a los enemigos de Miguel Barbosa.
Y buscaron culpar solo a Genoveva Huerta por la división. No fue así al cien por ciento. Tan responsables unos como otros. Los panistas -todos- no han logrado sentarse para llegar a acuerdos, se acusan mutuamente. Tienen rencores del pasado que no quieren perdonar. Se dejan influenciar por manos ajenas a su partido que buscan controlar el poder Legislativo para de ahí apropiarse del poder en el 2024.
Sí es cierto que Eduardo Rivera Pérez está arriba en las preferencias electorales y eso conlleva a ganar distritos locales y federales y la influencia para que los municipios más grandes de la entidad repitan el fenómeno, pero si siguen las diferencias internas y no logran un común acuerdo, la fuerza de Morena y la imagen de López Obrador triunfará.
Es cierto que hay un desencanto en el gobierno federal y más del Movimiento de Regeneración Nacional, pero mucho cuidado con confiarse con esa ventaja porque el presidente sigue con una calificación alta en un número alto de los ciudadanos porque aún piensan que él acabará con la corrupción.
Hay otro factor que no han analizado en la oposición a Morena, Miguel Barbosa es de los seis gobernadores con mayor capacidad de negociación con la federación y ahora explico el por qué: si comparamos el oficio político de los mandatarios de Chiapas, Tabasco, Veracruz, Baja California Norte y Ciudad de México, los que tienen más poder de negociación son Claudia Sheinbaum y Barbosa Huerta.
La mandataria de la Cdmx es, por obvias razones, cercana a la Presidencia y es una de las que está como candidateable en el 2024 para Palacio Nacional. Barbosa, por su parte, por su trayectoria política en Puebla y a nivel nacional conoce muchos grupos, internos y externos y sabe cómo se manejan todos.
Mario Delgado es cercano al mandatario poblano y si los morenistas quieren ganar Puebla deben escuchar los puntos de vista del tehuacanense porque es un factor clave para que mantengan el Congreso local y lleve mayoría en los federales.
Además, Puebla y Veracruz, así como la ciudad de México, son las entidades con un alto padrón electoral y un buen número de distritos.
Los panistas están sentados en sus laureles criticando en cuentas de Twitter (esta red social ya es la que menos influencia ciudadana tiene) la cual solo impacta en el círculo rojo. Está tan llena de bots y troles (o minions manejados desde alguna bodega) que llega a personas que por lo regular ya tienen definido su voto.
Fueron los políticos los que ahuyentaron al público de twitter, compraron cuentas en Timbuctú y en algún país de Asia que poco influyen realmente. Lo demás es para ver una guerra de egos y de soberbia intelectual, de jugar a ver quién es más poderoso, eso no sirve de nada.
Los albiazules deben, si es que verdaderamente quieren ganar los comicios del 2021, quitarse rencores, perdonarse, aliarse porque así como están y si siguen así no llegarán a nada. Y no es una persona son todos los que están ahí. Pelean más por el puesto que por la causa y eso implica que sean fácilmente comprables.