POR MARCO CALDERÓN
Con solo verla, resulta claro por qué a esta ciudad se le llama Puebla de los Ángeles. Su nombre es María Fernanda García Rojas y es la titular de Danzenika, una academia de ballet para niñas pequeñas que desde hace tres años está formando a nuevos angelitos con mucho talento dancístico.
No está de más decir que la calidad de su trabajo está avalada por una de las academias de ballet más prestigiosas del planeta. “A los tres años, mi mamá me inscribe en una escuela de ballet y esto fue porque toda su vida ella quiso ser bailarina, ya sabes, típico de las mamás que dicen ‘yo quiero ser bailarina’ y entonces inscriben a su hijita. Pero aquí el chiste fue que, como en todas las disciplinas, hay niños a los que les gusta, niños a los que no y hay niños, que fue mi caso, que se volvió mi vida”.
Pero, como toda niña, Marifer era inquieta y, si bien le gustaban las clases de Miss Alma, su primera profesora, un día decidió no asistir más. Su madre, con el afán de que la niña no odiara el ballet, optó por sacarla. La pequeña nunca dejó el baile, pues se inclinó por las danzas polinesias, en las que duró poco tiempo.
Más adelante su mamá puso un centro artístico multidisciplinario en el que Fernanda continuó con bailes regionales pero, cumplidos los nueve años, supo con certeza que lo suyo era el ballet. “Desde esa edad supe que quería ser miss de ballet. Un día, ya sabes, a los 17, terminando la prepa fue de: ‘¿Qué vas a estudiar?’. Y yo: “No, pues psicología, no, pues comunicación, no, pues no sé’.
En esas fechas tuve presentación de la academia en el auditorio de la UDLA y había afuera varios [folletos] con planes de estudio, entonces mi mamá revisó el de la licenciatura en danza y me lo mostró”. Marifer ingresó y allí conoció una nueva técnica de ballet: la cubana, de la mano del estricto profesor Pedro Beiró y su esposa Bertha, a quienes hasta hoy considera sus mejores maestros.
Al terminar la licenciatura, supo que el camino apenas empezaba; entonces se topó con una de las mejores escuelas de danza del planeta, en lo que se convertiría en la confirmación del sueño que albergó desde niña. “La Royal [Academy of Dance] lo que hace es que cada año vienen examinadoras de Londres a evaluar a las alumnas, y entonces, si pasas tu examen te dan tu diploma y tu medalla, y si no pues… qué triste (risas). No, pero lo que es verdad es que al obtener estos reconocimientos de parte de una institución como la Royal, estás ya formando una carrera, ya no es solo un hobby”.
Fernanda no puede evitar conmoverse hasta las lágrimas cuando recuerda lo duro pero a la vez fructífero que ha sido el camino hasta llegar a donde está ahora. Su madre ha sido siempre la compañera inseparable en este periplo. La experiencia de poder estar en las instalaciones de una academia de tanto prestigio fue una auténtica cima en su carrera.
En la capital británica aprovechó también para hacerse del material necesario para su propia escuela, pues su objetivo siempre ha sido muy concreto: ella quiere que ser una maestra de calidad y, al mismo tiempo, desea la misma calidad para la institución que dirige. “Todo lo que tú ves aquí es tal como yo soy. De hecho cuando mis amigos vinieron a la inauguración hace ya tres años, se reían mucho y me decían: ‘Es que, Marifer, esto eres tú, o sea, parece que metiste tu personalidad aquí, así con todo rosita, cursi, romántico’, (risas). Y la verdad es que sí, esto es para mí un sueño hecho realidad y quiero que mis niñas se sientan a gusto, porque así fue como yo le tomé cariño a mi profesión”.
El ballet es una forma de arte muy estereotipada. Sobre el papel de Danzenika para combatir los prejuicios propios de esta tipo de danza, Fernanda comenta: “Siento que, aunque la gente todavía no está tan interesada… mira, de entrada ya tenemos más auditorios que antes, entonces tenemos la oportunidad de tener más obras de calidad. Y aunque la verdad es que mucha gente solo va a bluffear, no importa, porque están ‘embarrándose’ aunque sea un poquito de buen arte. Ahora, mi público son los niños, ¿por qué?, porque si les empiezas a meter esa semillita desde ahora, de adultos te van a poder hacer una buena crítica de un ballet, y no solo quedarse con que ‘ay, estuvo muy hermoso; qué belleza’.
Para María Fernanda el futuro está más que claro: ella quiere tener la mejor academia de ballet de Puebla. Sabe que tiene competencia, pero esto no la detiene, al contrario, le gusta que cada vez haya más escuelas que difundan y acerquen la danza a los niños. Así que no falta mucho para que pronto veamos los escenarios de Puebla y, por qué no, del mundo entero, tomados por un ejército de ángeles bailarines preparados por una mujer en quien la belleza y el talento se conjuntan de forma única.